Los celos no son fáciles de explicar, por su variedad y porque no son algo físico, son «vapores» que se escapan del corazón o del alma a veces con fuerza tal que doblegan cualquier promesa que se queda sin cumplir. Dicen quienes saben estas cosas que no hay amor sin celos y eso desde el rey a su lacayo. Parece ser que algo de celos se toma siempre como una prueba de amor. Lo malo, como en casi todo, es cuando lo poco se hace mucho y lo mucho viene a parar en desatino, en furia, en ira que llega a locura. Y así sucede que por celos y envidia quitan al hombre la vida llegándose a hacer verdaderas locuras como la del suicidio o matar a quien hacemos culpable de unos celos que recorren el humano sentimiento como un caballo desbocado que no hay freno que lo sujete ni aunque le partan la boca.
A la persona celosa no ha menester contarle nada, con lo que se imagina le sobra para hacerse mala sangre. No hay cosa que vaya peor contra la confianza que los celos. En puridad, el material con el que se fabrican los celos es la desconfianza, cuando se confía en el ser amado los celos «duermen la siesta» y cuando en una pareja los celos no andan revoltosos es como navegar en una barca en un mar en calma. Pero qué difícil es navegar por un mar lleno de abrollos1 que solo suelen verse cuando el mar está agitado. Los abrollos son la causa de muchos naufragios, los celos son los abrollos del amor que pueden hacer zozobrar cualquier pasión amorosa si dejamos que a la caña del timón se le enseñoree con unos celos mal llevados.
Quiero dejarles una muestra de lo que dicen los grandes pensadores sobre los celos: «Los hombres sienten celos si aman, la mujer también incluso sin amar» (Immanuel Kant, 1724-1804, filósofo alemán). Fíjense en lo que dice sobre los celos Paul- Jean Toulet (1867-1920): «La mujer raramente nos perdona ser celosos pero no nos perdona nunca si no lo fuéramos». Algunos estudiosos afirman, y lo recojo del saber popular: «No hay fiera tan furiosa como la mujer celosa».
Algunos estudiosos de ese sinvivir que son los celos, han dicho que son emociones y sentimientos. Aquí, como en casi todo, cada uno dice su parecer. Cuando la opinión viene abalada por alguien importante la cosa cambia. Dense cuenta si digo que Freud afirma que las mujeres son más celosas que los hombres, nada que objetar, si lo dice Sigmund Freud será verdad. «Mujer celosa, leona furiosa».
Hay personajes mundialmente conocidos que han tenido públicos problemas con los celos. Se me viene a la memoria el príncipe de Gales y aquella mal lograda princesa de la casa Spencer. Por tocar la pluralidad anoto los nombres de Lindsay y Samantha, dos mujeres que los celos las llevaron a una rotura traumática. La cantante Rihanna y el rapero Chris Brown, después de un tiempo de vino y rosas, Chris le confesó a Rihanna una infidelidad, desde luego el rapero sabía cómo empezar una guerra, aunque guerras por celos las hay por miles. Fíjense en esos otros celos, los celos políticos, los celos artísticos, cuántas parejas conocemos que les ha costado un duro esfuerzo hasta ver sus discos o sus actuaciones en televisión y de la noche a la mañana se han separado porque no podían soportar los celos artísticos que les devoraban.
Es una equivocación pensar que las personas ciegas no son celosas. La afirmación nace de aquel dicho que afirma «ojos que no ven, corazón que no sufre». Eso nos llevaría a la errónea conclusión de que tampoco pueden estar enamorados, cuando es lo cierto que los sentimientos son los ojos del alma, capaces de ver lo que no ven otros ojos.
1Abrollo: palabra de origen portugués para definir los peñascos que están sumergidos lejos de la costa pero cerca de la superficie del agua, constituyendo un serio peligro para la navegación.