Lo mires como lo mires, está feo. Que, en una cuadrilla de amigachos, tres de los cuatro sepan un montón de cosas y guarden muchos secretos al cuarto amigo, es raruno. No es de ser muy amigos, que digamos. Porque imagínate que un día todos esos secretos explotan y saltan por los aires, el amigo que no sabía nada quedará como un tonto.
No lo digo por nada en concreto, ¿eh? Y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero me pongo en la piel de ese cuarto amigo, pobre, que ha compartido mil y una aventuras con el resto pensando que eran sus más mejores amigos de toda la vida y para toda la vida y resulta que lo han engañado, lo han manipulado y lo han usado para sus intereses con un montón de chanchullos sin explicarle que se estaban lucrando de lo lindo. «Si no lo sabe, menos botín a repartir», habrán pensado.
A ver, yo no he recorrido un país entero en coche con mi grupeta de amigos, como otros, pero sí que he compartido un montón de vivencias con amigos y, creo, en ninguna me han dejado de lado. No puedo explicar cómo creo que se siente ese cuarto amigo que, en realidad, es «El 1». Porque, por poner un ejemplo, si tres de los cuatro amigos tienen un pastel, lo normal entre amigos es hacer cuatro trozos y que todos se beneficien, perdón, coman. ¿O no? Por eso me sabe mal que en ese grupo uno de ellos se haya quedado al margen de todo.
Porque, te lo pregunto, ¿tú qué preferirías, ser el amigo tonto que no se ha enterado de nada o el tonto que se ha enterado de todo? Mentir está tan a la orden del día que, ya lo decía hace unas semanas, incluso cuando se sabe la verdad, se miente.
La realidad está superando tantas veces la ficción últimamente que da miedo lo que se ha sabido hasta ahora pero todavía da más auténtico pavor lo que queda por saber, que parece que no es poco.
Porque, volviendo a ese coche en el que la grupeta de amigos compartieron tantas horas, se me hace difícil que pudiendo hablar de tantas cosas se les olvidara mencionar algunos pequeños detalles de varios cientos de miles de euros. Perdón, digo de tartas. Porque el Peugeot, perdón, digo el coche tiene pinta de ser incómodo para rodar tantos kilómetros y al final se habla incluso por aburrimiento.
Pero pobre amigo que no sabía nada. Imagínate en qué lugar queda delante de todos los demás pero, peor aún, imagínate que sí que lo sabía todo y está mintiendo. De todas formas, no te preocupes, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
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