Miguel Juan Urbano
Miguel Juan Urbano

Redactor jefe de Sucesos en el diario Menorca

Adiós a las armas

El cementerio de Sant Lluís

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Todas las noticias que guardan alguna relación con los cementerios suelen generar un interés perceptible entre la ciudadanía. Posiblemente sea porque la muerte nos compete a todos. Las personas sabemos que algún día pasaremos por el campo santo, si es que no lo hacemos ya con cierta periodicidad, bien para cursar alguna visita a los restos de familiares difuntos o porque acabará convirtiéndose en la morada eterna de quienes no opten por la incineración.

Ese interés, no obstante, adquiere otra dimensión incluso mayor cuando aparecen cartas e informaciones sorprendentes como las publicadas hace unos días en este diario porque resultan muy difíciles de asimilar.

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El caso del nicho trastocado con la desaparición del ataúd y los restos de la mujer que descansaban en su interior ocurrido en el cementerio de Sant Lluís no solo deriva en un enigma inexplicable que no se había resuelto la semana pasada, transcurrido más de un mes después de su descubrimiento, sino que supone una mayúscula falta de sensibilidad hacia la familia. Difícilmente podrá llegar a satisfacerle cualquier explicación que le ofrezca o le haya ofrecido ya el Consistorio que preside Loles Tronch.

Las primeras respuestas, contradictorias e ilógicas,    que recibió la hija de la difunta en el mismo campo santo cuando advirtió que su madre no estaba donde debía estar incorporan una tremenda falta de sensibilidad pero al mismo tiempo ponen en evidencia una praxis repleta de errores

Que el gobierno municipal haya necesitado abrir un expediente administrativo para averiguar las causas del desaguisado un mes después lo hace todavía más injustificable para la familia y para cualquiera que se ponga en su lugar.