Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

El rayo verde

Autónomos

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Acaba de publicarse un dato que da que pensar. El incremento en casi un cuarenta por ciento de personas que a los 64 años deciden hacerse autónomos. Es obvio que no obedece a un repentino afán de convertirse en emprendedores cuando están a dos pasos del retiro. Será, imagino, una salida de emergencia para trabajadores que pierden su empleo a esa edad crítica o ven que su cotización no alcanza para obtener una pensión digna y optan por suscribirse a este sistema para completarla. Una situación deprimente, dramática incluso, porque fuerza a esas personas a destinar buena parte de sus ingresos a seguir cotizando con la esperanza de que, dos o tres años después, logren la ansiada jubilación con unas cifras que les permitan mantener un estilo de vida adecuado.

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Algo parecido ha ocurrido siempre con pequeños comercios de barrio –la clásica mercería–, que apenas servía para cubrir las cotizaciones sociales que iban a permitirle a su dueña, a la postre, contar con una pensión. Negocios ruinosos que la mayor parte del año consistían en coger algo de dinero para pagar el alquiler y la cuota de autónomo. ¿Cuántos profesionales han pasado la mitad de su vida laboral cobrando en negro? Miles que, cuando se acerca el momento del retiro calculan el tiempo y la cuantía que han aportado al sistema y se llevan la gran sorpresa, a pesar de que llevan cuarenta años trabajando. Otro tanto ocurre con los fijos discontinuos, tan habituales por estas tierras. Así ha sido la realidad laboral, comercial y económica de miles de trabajadores en España. Ese mismo país que nuestros gobernantes juran que va como un cohete y cuya realidad en nada se parece a la orgía de cifras maquilladas que brindan mes a mes.