«Que cada cual cumpla con su deber», los caballos, en apretada fila, resoplaban nerviosos, el sonido producido por cientos de sables al ser desenvainados tenía ese efecto, ráfagas de un viento abrasador levantaban remolinos de polvo, nadie se movía, nadie hablaba.
Hay un musical de los años ochenta «El hombre de la Mancha» que en su versión española cuenta con una magnífica interpretación de José Sacristán en el papel de D. Quijote. La obra, una adaptación libre del Quijote, como no podía ser de otra manera dada su procedencia, está cargada de mensajes, cada uno de los cuales daría para una tesis doctoral.
Hay un acto en el que D. Quijote declama un monólogo, en él habla sobre el deber –privilegio, dice él– del caballero, luchar por un sueño imposible.
«Soñar, lo imposible soñar. Al mal combatir sin temor. Sufrir el dolor insufrible. Morir por un noble ideal...
Este es mi afán, lo he de lograr, no importa el esfuerzo, no importa el lugar, saldré a combatir, y mi lema será defender la virtud aunque deba el infierno pisar.
Porque sé, que si logro ser fiel a tan noble ideal dormirá mi alma en paz al llegar el instante final.
Y será este mundo mejor, porque yo sin rendirme jamás busqué en mi sueño imposible poder una estrella alcanzar».
Que la bondad prevalezca sobre la maldad, creer en este noble ideal y por él estar dispuesto a luchar y hasta morir, sufriendo un dolor por ello y tener valor para sobreponerse. Pero si en esta lucha no vences, no desesperes, hay que combatir aun sabiendo insuficiente tu esfuerzo. Debes ser fiel a tu ideal, y así, cuando llegue el final, estarás satisfecho contigo mismo convencido de que contribuiste a conseguir ese noble ideal. Habrás cumplido con tu deber.
«Como haces de trigo que el segador al finalizar la jornada deja junto al camino, así yacían los cuerpos de los hijos de Troya, alineados, sin romper la formación». Este fragmento de un canto de «La Ilíada», solía emplearlo como introducción durante mis años como profesor de historia militar, cuando hablaba del deber. Hoy, 3.000 años después hablamos de ellos, les decía a mis alumnos, la historia los recuerda, Homero los inmortalizó, ¿por qué? Estos jóvenes troyanos, les decía, no hicieron nada extraordinario ni maniobra alguna durante el combate, simplemente permanecieron a pie firme unidos sin romper la formación, pararon el avance de los aqueos y, eso sí, ello les costó la vida. Luego, repito ¿por qué han sido inmortalizados?... Porque cumplieron con su deber.
La fila permanecía inmóvil, compacta, reinaba un silencio solo roto por algunos lejanos disparos aislados. No por esperado resultó menos estridente, impertinente, el clarín tocando «A la carga» se convirtió en el protagonista, la fila comenzó a avanzar despacio para ir ganando velocidad poco a poco, el silencio dio paso a un creciente griterío que ensordecía y enaltecía a hombres y caballos. Todos sabían cómo acabaría aquello, pero nadie dudó, cabalgaban hacia la gloria. En realidad solo cumplían con su deber. Morir no era su deber, solo fue el resultado.
El Regimiento Cazadores de Alcántara 14 de Caballería, la mañana del 23 de julio de 1921, en sucesivas cargas protegiendo la retirada de las tropas en Annual sobre el cauce del río Igan, perdió el 90 por ciento de sus efectivos. Un siglo se ha tardado en premiar su heroico sacrificio «Roma, patria ingrata, ossa mea non habebis» (1).
Tus hijos hablarán de ti, cuando estos mueran, los hijos de tus hijos hablarán de ti, pero cuando estos últimos mueran, ya nadie hablará de ti; tus obras perdurarán un tiempo, pero tu memoria se perderá. Cumple con tu deber tomando parte de determinados hechos, entonces entrarás en la historia.
(1). «Roma, Patria ingrata, no tendras mis huesos» Epitafio en la tumba de Publio Cornelio Escipión. Tras gloriosas victorias para Roma, murió en el exilio acusado falsamente de corrupción.