Sophia Loren lanza un beso al público durante el Festival de cine de Cannes. | Reuters

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La célebre actriz Sophia Loren narra su vida «sin paños calientes» en «Ieri, oggi, domani» (Ayer, hoy, mañana), una autobiografía a la venta desde hoy en Italia en la que rememora su cruda infancia y en la que detalla su ascenso al olimpo de los ídolos de la cinematografía.

La publicación, que ha sido editada por Rizzoli con motivo del 80 cumpleaños de la actriz y saldrá a la venta el próximo 20 de septiembre, debe su título a la película homónima del director Vittorio De Sica (1965), protagonizada por la propia Loren.

Harta de biografías no autorizadas que recogían «historias falsas», la diva se ha lanzado a escribir sus memorias, dedicadas a sus cuatro nietos, que son, según refiere en la dedicatoria, «el gran milagro» de su vida.

El libro arranca con la actriz viendo junto a sus cuatro nietos en el salón de su casa la película de animación «Cars 2», para la cual la actriz ha prestado su voz.

Precisamente, esta estampa cálida y familiar se contrapone a su difícil infancia, marcada por el hambre y por la ausencia de la figura paterna, Riccardo Sciolone Murillo, un noble romano venido a menos de quien solo ha recibido «una gotita de sangre azul» y que no se responsabilizó de ella tras dejar embarazada a su madre.

A ella, la «escandalosamente bella» Romilda Villani, la sitúa como una de las protagonistas de su vida, ya que, tras fracasar en su intento de acceder al mundo del cine, se volcó para que su hija lograra su mismo sueño.

Esta ambición irrumpió en los planes de la pequeña Sofía en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzaron a proyectarse las cintas que triunfaban en Hollywood en todas aquellas ciudades italianas que los aliados liberaban del fascismo.

Fue en ese instante, según recuerda, cuando se enamoró «perdidamente» de Tyron Power, del pelo encrespado de Rita Hayworth, de la oscura mirada de Jennifer Jones o de Gregory Peck y comenzó a soñar en convertirse en ellos, en adoptar su capacidad «de expresar lo que sentían».

Posteriormente, se trasladó a Roma junto con su madre, después de ganar una serie de concursos de belleza que le confirieron cierta reputación.

La primera oportunidad se la concedió el cineasta Mervyn LeRoy, quien, tras una cómica conversación con la actriz -que dijo saber inglés a pesar de no hablarlo-, decidió ofrecerla un papel como vestal en «Quo Vadis?» (1951).

Pero la verdadera posibilidad surgió de la mano de quien se convertiría en su marido, Carlo Ponti, 22 años mayor que ella y uno de los productores cinematográficos más importantes del momento.

Tras varias citas en las que le sorprendió «su extraordinario sentido de seguridad y familiaridad», Sofía aceptó llevar a cabo una prueba que resultó un desastre, porque, según el fotógrafo, «tenía un rostro demasiado corto, una boca demasiado ancha y una nariz demasiado larga».

No obstante, Sofía alcanzó finalmente las más altas cimas cinematográficas, encarnando -según escribe- al patito feo que se convierte en un cisne y que pasa de una infancia complicada a una vida de éxito, lujo y fama.

Una trayectoria premiada con el Óscar honorario en 1991 y que suma hoy más de 75 títulos, entre ellos «La Ciociara» (Vittorio De Sica, 1960), que le valió el Óscar, el primero para una interpretación hecha en un idioma distinto al inglés.

Ha rodado bajo las órdenes de los más grandes cineastas, como es el caso de Charles Chaplin, concretamente en «La condesa de Hong Kong» (1967), junto al actor Marlon Brando, a quien tuvo que detener en su intento de propasarse, según recuerda en el libro.

«Un día, antes de grabar la escena más romántica del filme, de repente alargó las manos. Me di la vuelta y tranquilamente y como una gata acariciada a contrapelo le espeté a la cara: 'No vuelvas a intentarlo, nunca más'», explica.

«Ieri, oggi, domani» incluye además una sección titulada «Mi baúl de los recuerdos», en la que la actriz publica una serie de documentos y fotografías personales tomadas durante sus múltiples rodajes y junto a su marido.

Destaca de entre ellas las que muestran a Sophia Loren y a Cary Gran juntos, dando muestras de una gran sintonía como en la que aparecen agarrados del brazo y comiéndose un helado en los aledaños del parque del Retiro de Madrid en 1956.

La actriz rememora con humor las múltiples intentonas del actor para conquistarla, a pesar de ser consciente -tal y como Grant reconoce en dichos documentos- de que en ocasiones era «demasiado agobiante» con la mítica actriz italiana.