Enrique de Dinamarca, en una de sus estancias en Palma. | Nuria Rincón

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El príncipe Enrique de Dinamarca, de 81 años, dejará de ejercer desde este viernes sus obligaciones oficiales como consorte de la reina Margarita para retirarse a un segundo plano.

Así lo anunció la reina en su discurso de Fin de Año, quien mostró «comprensión» y «respeto» por su decisión personal y le agradeció el apoyo, aunque reiteró que ella seguirá en el trono.

La inesperada jubilación de Enrique, con quien Margarita se casó en 1967 tras haber conocido a este noble de origen francés cuando era diplomático en Londres, cierra la trayectoria de una figura controvertida por su complicado encaje en la jerarquía real.

Sus dificultades en el indefinido rol de consorte y su periódico reclamo del título de rey, apelando a la equiparación de sexos, han sido objeto de burla en Dinamarca.

Enrique puso a la Casa Real en un aprieto en 2002 al retirarse a su castillo en Caix (sur de Francia) después de que en la recepción de Año Nuevo, enferma la reina, fuera anfitrión el príncipe heredero Federico, lo que le hizo sentirse «inútil» y «relegado» y motivó que no asistiera en protesta a la boda de Guillermo y Máxima de Holanda.

Los rumores de divorcio, lucha de poder o depresiones se cerraron meses después con una sesión fotográfica de la familia, aunque no pudo evitar el nombre de «príncipe llorón» de la prensa amarilla.

Enrique protagonizó otro episodio polémico en abril, cuando se ausentó de los actos del 75 aniversario de la reina alegando gripe, aunque a los pocos días se fue de vacaciones a Venecia con amigos.

Sus excentricidades, su afición a la vinicultura y la gastronomía y su acento han provocado bromas y le han dado cierto aire de culto.

El príncipe consorte no ha dudado en grabar un tema al piano con un grupo de rock, pasear por la popular comuna de Christiania, asentamiento de corte anarquista de Copenhague donde se vende abiertamente hachís; o en disfrazarse de oso panda en una gala del Fondo Mundial para la Naturaleza.

A partir de ahora Enrique dedicará más tiempo al arte, la literatura y la música, sus grandes aficiones, que ha seguido ejerciendo pese a las críticas no demasiado favorables.