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Ya nadie parece intocable en Telecinco. Hace unos meses, Paz Padilla salió del plató de Sálvame (para no volver) cuando se forzó un enfrentamiento en directo entre Belén Esteban y ella misma. La presentadora fue irresponsable al hablar a-científicamente de la situación sanitaria en una videollamada a tres, junto a Anne Igartiburu y María del Monte. Sus declaraciones sembraban la duda sobre la vacuna dando voz a bulos incongruentes, cuando la vacuna ha sido la salvación de la pandemia. Pero en Telecinco en vez de omitir su error, se empujó a la polémica. Y se hizo hasta acorralar a la presentadora, que se marchó agobiada al observar que estaba siendo empujada al escarnio público. Resultado: Paz Padilla ha quedado fuera de Mediaset. Aunque a Mediaset siempre se puede volver. Sobre todo si la reconciliación es retransmitida en prime time.

Ni siquiera una presentadora como Paz Padilla se libra de una encerrona para remover controversias. Antes, en cambio, en Telecinco se cuidaba a los comunicadores estrella: fundamental para que existan personalidades a quien admirar en el elenco de rostros de la emisora y que atesoran la credibilidad suficiente para moderar el caos de las polémicas entre contertulios y concursantes del reality show. Ahora, sin embargo, cuando la cadena vive horas bajas, ya pocos parecen librarse de ser introducidos en la trituradora de comercializar con sus sentimientos. Los presentadores también son mutados en personajes.

De esta forma, vemos como Telecinco juega con la nueva relación entre sus caras Christian Gálvez y Patricia Pardo. También tratan la ruptura de Nagore Robles y Sandra Barneda. No hay demasiadas censuras en los dimes y diretes, el sustento del canal. El problema surge cuando nadie está por encima del reality.

Raffaella Carrà en los tiempos en los que era la maestra de ceremonias de 'Hola Raffaella' sabía que había límites que no debía pasar como líder del programa. Su empatía no podía resquebrajarse cediendo a determinadas vulnerabilidades. Por ejemplo, nunca entraba en el juego del hipnotizador del formato. Ella siempre estaba por encima de sus ocurrencias para mantener esa aureola de fiabilidad cercana que la convertía en compañera cómplice y no en personaje devaluado que puede decepcionar expectativas. Raffaella ironizaba, se disfrazaba, se emocionaba pero jamás era hipnotizada. No sobrepasaba una frontera de rigor que como referente icónico no podía infringir. Cuidaba su imagen con ingenio.

Los tiempos cambian, pero ahí estriba una de las debilidades de la que debe huir el Telecinco actual. La cadena de Mediaset cuenta con el mejor elenco de presentadores, el más plural e identificable. Hay una variedad de comunicadores apta para casi todos los públicos. Pero si esa querible familia de comunicadores es tratada con las mismas artimañas de la picaresca de la prensa rosa, entonces, su función se devalúa. No ponen sensatez al delirio, son parte del caos. Sálvame quien pueda.