‘Lo sabía todo el mundo’
Es un personaje clásico. Cada vez que explota un escándalo en este país aparece alguien que sentencia «eso lo sabía todo el mundo». Un secreto a voces. Vaya imbécil. Da igual que sean correrías borbónicas, sobres atados a mascarillas o ímpetus sexuales de Íñigo Errejón. Surge en público alguien que pronuncia la frase, para hacer ver que la conducta ominosa era un secreto que corría y ante el que nadie hacía nada, o para dárselas de enterado. El listo en cuestión se coloca a sí mismo dentro de una élite que todo lo sabe, por encima de los sorprendidos y decepcionados ante el asunto tenebroso. Debe ser una herencia de la Corte, el vicio del corrillo. Siglos de picaresca. Sin embargo, une a esa condición superior la de colocarse al frente del pelotón de linchamiento del protagonista del escándalo. La experiencia coloca al de «eso lo sabía todo el mundo» en varias posibles categorías: o es un mentiroso, o es un cómplice, o es un incompetente.
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