Parece abrirse un mundo distópico, un mundo en el que el planeta pasa factura en forma de riadas, inundaciones, incendios, desequilibrios demográficos, todo por la acción humana, por sus consecuencias letales sobre el clima. Un proceso largo, acumulativo, devastador. En poco tiempo. Un mundo en el que personajes histriónicos fabrican discursos y generan relatos que lo niegan todo, que señalan, sin el más mínimo atisbo científico, que todo lo que sucede es producto de una conspiración, de una manipulación de no se sabe quién. El panorama geopolítico es igualmente inquietante: guerras abiertas en Europa, Oriente Próximo, y amenazas de grandes tensiones en Asia y en América Latina. También desde esos espacios aparecen voces que insuflan desunión, amenazas, crispación, violencia. Los sueños de la sinrazón generan monstruos. Las poblaciones asisten a todo ese cúmulo de mensajes que viajan a través de las redes, creados por intoxicadores profesionales, próceres de la mentira y de la tergiversación, que estimulan las bajas pasiones de gentes descontentas, desesperadas. ¿Quién les financia? La furia guerracivilista se instaura en momentos precisos, con la manifestación genuina de las violencias verbal y física. Con el enaltecimiento de la ignorancia, de la emisión de conceptos vacíos de contenido, del señalamiento a enemigos a los que se debe derrotar por todos los medios: los posibles y los que no lo deberían ser.
Tribuna
Distopías
14/11/24 4:00
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