Parece un eslogan, o una estrofa de una canción de la transición, pero ni una ni otra, es simplemente una realidad. Una realidad que no gusta a según quien y se ha visto recientemente en Valencia. Ante la inoperancia del Estado en los primeros días -»Estado somos todos», Sánchez dixit- el pueblo tomó las palas y las calles. Por un momento, las calles dejaron de ser de Fraga para pasar a ser y llenarse de pueblo. De un pueblo sin fronteras, sin banderas, sin nada que los separara, sino todo lo contrario, de un pueblo que une.
Y de fango también. Porque las calles estaban -y están todavía- llenas de fango. No de aquel fango de la propaganda del régimen monclovita sino uno peor. Un fango asesino, que mató a más de dos centenares de personas inocentes. Un fango que arrebató el futuro de miles y miles de ciudadanos que perdieron sus casas, sus coches, su historia, su presente, y a las que costará remontar en el futuro. Un fango de los de verdad, no de los creados por la Inteligencia Artificial, ni en los medios de comunicación ni en sede parlamentaria.
Y sí, el «pueblo salva al pueblo» con sus limitaciones, pero se engrandece con su espíritu, con su sacrificio, su espontaneidad y su solidaridad. Y sin remuneración alguna. Sin trueque ni truco. Sin necesidad de banderas, de pulseras ni pines en la solapa. Solo con unas botas, una escoba, un cubo o una pala.
Los de a pie y la tractorada no necesitaron de permiso alguno para entrar en territorio valenciano. Ni lo pidieron ni lo preguntaron. No estaban ni se les esperaba, como habría dicho Sabino, pero allí que entraron. Y los encontraron. Y quienes estaban a las puertas, Marcos dixit, esperaban órdenes. Que se pidieran más recursos. Que los pidan, Sánchez dixit.
Y el pueblo salvó lo que quedaba de pueblo. Luego entraron los uniformados, las ONG e incluso los políticos. Y cómo no, la espantada de Sánchez en Paiporta y sus bulos de la extrema derecha con cañas y barro, y no de Vicente Blasco Ibáñez. Faltó, cómo no, la diputada Aina Vidal, pero claro, ellos, ellas y elles no están para achicar agua. Solo para cobrar del pueblo, le faltó añadir. Y a otros, los boicotearon.
Y mientras, por un tiempo, este lodo que ha matado a tantos inocentes, salva de los titulares de los medios de comunicación a la doña, a Koldo, a Ábalos y demás entramado habido y por haber. Es triste que una catástrofe dé un respiro mediático a tanto presunto. A ellos, no creo que los salve el pueblo. O al menos, una parte de él.
Y ahora, ese mismo pueblo, vuelve a salvar a las eléctricas con otro bono. ¿Qué tendrán las eléctricas?