Setenta y pico años atrás, por estos días agosteños, mi familia se instalaba en la desierta Cala Galdana, junto al río, en una tiendita de campaña color naranja, recién incorporada a la modernidad, adquirida por mi padre en uno de sus viajes por la Península. Había otras dos tienditas, familias conocidas, junto a nosotros. Nadie más en aquel lado. En el otro, enfrente, había unas pocas cuevas, habilitadas, donde unas familias pasaban la estadía… Llegábamos nosotros a esta imponente playa desde Ciutadella, por mar, en barca, cual taxi, al no haber todavía coches ni siquiera públicos, a no ser el autobús que recorría los pueblos de la Isla, desde no hacía de todos modos tanto tiempo. Bajábamos los enseres del bote y nos instalábamos bajo los pinos… Para cubrir las necesidades batíamos los alrededores de la cala… Íbamos a proveernos de agua, a pie, por un sendero, a través del pinar, a la fuente natural de Cala Macarella; huevos, fruta y hortalizas a un predio relativamente cercano, de nombre Santa Rita o algo así, no me acuerdo en verdad del nombre de la santa; y el pan y otras necesidades las traía un joven, no sé si a diario o cada dos días, en bicicleta, desde Ferreries, pues coches no había…
Palabras para un libro
Cala Galdana
20/12/24 4:00
También en Opinión
- El dueño de una tienda de antigüedades de Maó, acusado de vender animales protegidos
- El cáncer de hígado puede desarrollarse por varios factores: el alcohol no es el más determinante
- El grupo Grifols compra 53.000 metros de suelo protegido en Cala Sant Esteve
- Estas son las 17 rutas aéreas que conectarán Menorca con el resto de España, la mayoría a partir de junio
- Menorca se lanza a la caza del turista nacional con anuncios en Netflix, Prime Video y Movistar