¿Cómo podríamos complicarlo más?
Supongamos que tenemos una novela sencillita, con una trama trivial, algún asesinato misterioso, romance optativo y una voz narradora en primera o tercera persona, eso es igual. ¿Cómo podríamos complicarla un poco? Con constantes saltos temporales aleatorios. En lugar de narrativa lineal desde el principio hasta el final, le aplicamos un movimiento oscilatorio adelante y atrás, con pasos al lado para generar tiempos muertos, porque la vida, además de personas muertas, está llena de tiempos muertos. Añadimos entonces diversas tramas paralelas, que confluyan o no, eso también es igual. La cosa se ha complicado mucho, pero todavía es posible complicarla más. Por ejemplo, se añaden a la buena de dios capítulos descriptivos, ambientales y climatológicos, que no necesariamente tienen que corresponderse con los escenarios de la acción, así como monólogos interiores de quién sabe quién, porque eso dota de volumen y profundidad psicológica al texto, cuya geometría no euclidiana multiplica los niveles de lectura. Los diálogos son un buen recurso narrativo para esponjar el texto, como las croquetas, pero si no sabes hacerlas, mejor no intentarlo.
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