Imagen de plátanos de Canarias | Freepik

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En el vasto mundo de las frutas, dos de los ejemplares más populares y a menudo confundidos son la banana y el plátano. Aunque suelen utilizarse como sinónimos en diversas regiones, estas frutas comparten similitudes y, a la vez, poseen características distintivas que las hacen únicas en su especie.

El viaje comienza con un vistazo a sus orígenes. La banana, conocida científicamente como Musa sapientum, tiene su cuna en Asia sudoriental, especialmente en la India. Esta fruta se ha esparcido por todo el mundo, encontrando un lugar especial en la dieta de muchos países, particularmente en Centroamérica. Su sabor dulce y su textura suave y húmeda la hacen ideal para el consumo crudo y como ingrediente en postres y batidos.

El plátano, por otro lado, cuenta con una historia rica y variada. Originario de Madagascar, ha encontrado un hogar en las Islas Canarias y en diversas regiones de Latinoamérica. Su versatilidad en la cocina es notable, ya que se puede consumir en diferentes etapas de madurez, lo que afecta directamente su contenido de azúcar y almidón. Su pulpa, más dura y resistente al calor, lo hace ideal para cocinar, a diferencia de la banana.

En términos nutricionales, aunque ambas frutas son ricas en hidratos de carbono y potasio, existen diferencias notables. El plátano supera a la banana en fibra, proteínas, potasio y fósforo, mientras que la banana lleva la delantera en cuanto a calcio, hierro, zinc y cobre. Además, el plátano es ligeramente menos calórico que la banana, una consideración importante para quienes vigilan esta ingesta.

En cuanto al sabor y la textura, el plátano se caracteriza por ser más dulce y firme, mientras que la banana es más suave y húmeda, lo que favorece su uso en postres. La textura del plátano es más jugosa y su cáscara presenta manchas negras que indican su madurez, a diferencia de la banana, cuya piel es más lisa. El plátano de Canarias, en particular, es reconocido por su sabor único, obteniendo incluso una Indicación Geográfica Protegida por la Comisión Europea en 2013. La apariencia también ayuda a distinguir entre ambas: los plátanos son más pequeños y curvos, mientras que las bananas son más alargadas y de mayor tamaño, con una piel más uniforme.

Es evidente que, aunque relacionadas, banana y plátano son distintas tanto en su composición nutricional como en su uso culinario. Esta diversidad no solo enriquece nuestras opciones gastronómicas, sino que también ofrece alternativas saludables para diferentes gustos y necesidades dietéticas. La próxima vez que nos encontremos ante la elección entre una banana y un plátano, recordemos que, más allá de compartir una familia botánica, cada una trae consigo una historia, un sabor y una textura únicos que merecen ser apreciados en su individualidad.