Imagen de archivo de un colegio electoral en Maó

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Este viernes se cerró la campaña y los partidos afrontan con cierta inquietud las elecciones generales más impredecibles que se recuerdan. El nuevo tablero político aboca a los dos partidos históricamente hegemónicos en Menorca, PP y PSOE, a luchar por conservar –y en el caso de los socialistas por recuperar– la preponderancia de la derecha y de la izquierda, sin perder de vista el gran objetivo, ganar las elecciones, ser la formación que obtiene más respaldo de los menorquines, tres años después de haber obtenido los peores resultados de los últimos 40 años.

El PSOE quiere volver a ser el partido más votado en Menorca, algo que no ocurre desde las elecciones del año 2008, cuando logró los mejores resultados de la historia, con récord de votos (19.069). Desde entonces, primero la gestión de la crisis y después la irrupción de Podemos le hicieron perder a casi el 60 por ciento de los votantes. El segundo gran objetivo será una derivación de la consecución del primero, la recuperación de la hegemonía de la izquierda, que perdió en 2016 ante la coalición de Unidos Podemos con Més per Menorca.

El Senado, abierto

En la carrera hacia el Senado el objetivo es evidente y se observa la creciente división de la derecha como una oportunidad de recuperar la voz del socialismo menorquín en la Cámara Alta, incluso sin la necesidad de la candidatura unitaria de izquierdas, la única vía con la que ha logrado colocar a un senador (Arturo Bagur en 2008) desde que en 1986 Antoni Villalonga fue el senador del PSOE por Menorca.

El PP también afronta un momento clave. Primero porque aspira a mantenerse como el partido más votado, lidia en la que se batirá con el PSOE, sino también a mantener la hegemonía de la derecha, en un momento en que la irrupción de Vox y la consolidación de Ciudadanos dividen el voto conservador a un nivel sin precedentes. El PP también sufrió la irrupción de los nuevos partidos en las pasadas elecciones, en las que, a pesar de ser el partido más votado, lo hizo con el peor bagaje de sufragios desde que en 1989 concurrió en solitario y con sus actuales siglas. Los 13.120 votos obtenidos en las elecciones al Congreso en la Isla hace tres años supusieron solo el 32,18 por ciento de los votos, un porcentaje nunca visto. En el Senado aspira a ganar, algo a lo que está habituado, lo ha hecho en siete de nueve elecciones desde 1986.

Unidas Podemos y Ciudadanos, que en la actual velocidad a la que se mueve la política han pasado de nuevos partidos a viejos conocidos, aspiran cada uno en su frente a ser decisivos para la conformación de gobierno. En el caso de los de Pablo Iglesias con el objetivo de apuntalar a Pedro Sánchez y a ser posible entrando en el nuevo ejecutivo; y en el de Ciudadanos –que también se enfrenta a la irrupción de Vox– con el objetivo de sacarlo de la Moncloa, aunque la sombra de un posible pacto postelectoral con el PSOE ha sobrevolado –y sigue haciéndolo– durante toda la campaña.

Por su parte Més per Menorca, que este año ha optado no ir de la mano de una formación de ámbito nacional, la apuesta es clara, impulsar a la izquierda desde un modelo de Estado que defiende el derecho a la autodeterminación. La formación vuelve a presentarse en coalición en el Congreso, Veus Progressistes, esta vez con Més per Mallorca, Ara Eivissa y Esquerra Republicana de les Illes Balears, partidos de corte nacionalista con las que intentará medir sus fuerzas. El último precedente sin ir acompañada de fuerzas estatales le deparó casi un 6,5 por ciento de los sufragios.

2011 fue el año en el que hubo récord de abstención y votos en blanco en la Isla

Uno de los factores trascendentes en las elecciones será ver dónde se sitúa el nivel de abstención y a qué partidos perjudica. El año en el que, en las elecciones al Congreso, se registró el récord de abstencionistas en Menorca fue 2011. Entonces no fue a votar el 38,76 por ciento del electorado y votó en blanco un 2,44 por ciento. La abstención descendió en los últimos comicios, aunque se registró un porcentaje alto, del 36,87 por ciento. Ese año los votos en blanco representaron el 1,18 por ciento de las papeletas.