destrucción. Las pocas personas que se atreven a dormir bajo techo salieron huyendo a zonas abiertas cuando se produjo la réplica - Reuters

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Un nuevo seísmo de 6,1 grados Ritcher sacudió ayer el oeste de Haití, incluida la capital, sin que parezca haber causado nuevas víctimas, mientras la desesperación cunde entre la población tras ocho días viviendo a la intemperie y en muchos casos sin alimentos. A las 6.03 de la mañana, justo antes del amanecer, un ruido sordo despertó a los que dormían y el suelo y las paredes comenzaron a temblar. Las pocas personas que se atreven a dormir bajo techo salieron huyendo a zonas abiertas, algunos semidesnudos, con el corazón en un puño.

La mayor parte de los haitianos se han quedado sin casa o con las viviendas llenas de grietas y fisuras, y duermen en espacios abiertos como jardines, patios y plazas, por lo que las casas y muros que crujieron antes de caer no alcanzaron a nadie debajo, según los distintos testimonios y a falta de un balance definitivo. "Yo duermo en el suelo. Cuando sentí este nuevo temblor, me puse a rezar; ¿qué otra cosa podía hacer? -cuenta Edualdo, de 20 años- Fueron las mujeres las que echaron a correr". Paulimé Wilson, un policía que duerme en la calle al lado de su casa semiderruida para cuidar los bienes que aún conserva en el interior, oyó cómo caían algunos de los muros agrietados, pero ni él, ni su familia o sus vecinos tienen que lamentar pérdidas ni heridas. "Aquellas casas que no habían caído del todo, ya se terminaron de caer", cuenta Moise Petervil, representante vecinal de los barrios de Morancy y Canot, donde según él ha habido solo algunos heridos.

Pero el nuevo temblor, la réplica más fuerte de las registradas tras el grave seísmo de 7 grados del pasado 12 de enero -que ya ha dejado 75.000 muertos y millón y medio de personas sin techo- ha puesto todavía más al desnudo la desesperación en la que viven los haitianos.

El puerto de la capital haitiana se encontraba ayer atestado de gente que lo ha perdido todo en espera de un barco para ir hacia la población de Jérémie, en el noroeste, una ciudad que ha resultado relativamente poco dañada por el seísmo.

El último barco hacia Jérémie salió el pasado martes con 700 pasajeros y no ha regresado por la tremenda falta de combustible que sufre todo el país. Esperándolo se han quedado miles de personas con hatillos donde guardan todos sus enseres. "Aquí llevo cinco días, no pude entrar en los otros barcos que salieron repletos. No he comido nada desde entonces, solo nos han dado algo de agua", dice Nadej, una mujer de 30 años que está sentada sobre tres bolsones donde guarda todas las pertenencias que pudo salvar de su casa derruida.

Otras personas, desesperadas, han ocupado dos viejos barcos que acumulaban óxido en el puerto y han convertido las dos naves en sus casas en espera de que alguien las realoje, lo que puede tardar meses.

La distribución de alimentos, que también se desarrolla con lentitud exasperante debido a las preocupaciones de seguridad para los convoyes, se ha convertido en la cuestión más criticada de la ONU y sus agencias en Haití.

Al filo del mediodía, una muchedumbre de cientos de jóvenes se acercaron a las cocinas colectivas que la República Dominicana tiene montadas en la zona industrial (SONAPI), de las que salen cada día miles de raciones en camiones que las reparten por la ciudad.
El reducido contingente peruano de la misión de la ONU en Haití (MINUSTAH), que resguarda las instalaciones de la Sonapi, se vio ante una inesperada manifestación de muchachos airados que exigían pasar a las cocinas para servirse de comer.

"Co-mi-da, A-yu-da", gritaban en español a los peruanos, visiblemente desbordados, que no les permitían pasar por miedo a que saqueasen las cocinas.

Según les explicó Jacobo Cavero, miembro del contingente peruano, su trabajo era garantizar la salida de los convoyes e impedir que los jóvenes se les acercasen, pues aseguró que en días pasados han atracado A los camiones y a los chóferes nada más salir de las instalaciones.

América

El especialista del PNUD en prevención y recuperación de catástrofes, el español Pablo Ruiz Hiebra, explicó a Efe que los programas de "dinero a cambio de trabajo" son el primer paso en el proceso de recuperación, que corre paralelo a las tareas de rescate y entrega de ayuda humanitaria. "Lo que se consigue es inyectar dinero a la comunidad" para empezar a generar actividad económica, señaló el técnico de Naciones Unidas, quien calculó que el proceso de reconstrucción puede durar entre 3 y 5 años.

Recordó que el programa que se ha iniciado hoy en la zona metropolitana de la capital haitiana parte de una iniciativa similar llevada a cabo por el PNUD tras los huracanes de 2008 que causaron 800 muertos y dejaron sin hogar a 165.000 familias.

Resaltó que un aspecto fundamental en este esfuerzo es asegurarse de que el Gobierno haitiano está involucrado en la organización y ejecución de los programas, y no queda relegado al papel de "actor secundario".

El personal de Naciones Unidas ya se encuentra en la zona para realizar un diagnóstico completo de las necesidades que permita planificar con eficacia la reconstrucción, y presentar un programa detallado a una futura mesa de donantes, dijo.

Si se consigue una financiación adecuada, los primeros resultados del proceso de reconstrucción podrían verse en un año, indicó el técnico español, que trabajó en Sri Lanka tras el tsunami de 2004 y estuvo cuatro años destacado en Haití.

Ruiz Hiebra resaltó que otro aspecto importante en el proceso de reconstrucción es volver a poner en marcha la actividad del sector privado.

Haití experimentó el año pasado un crecimiento del 3%, pese a la crisis mundial, y estaba empezando a atraer nuevo capital extranjero en el sector turístico y las fábricas ensambladoras de textiles, según el organismo mundial.

El mismo secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, resaltó el martes en un artículo en el diario "The Washington Post" que "hay que pensar en el mañana" mientras se afrontan las necesidades humanitarias inmediatas.

"No es suficiente con reconstruir el país tal como estaba antes, ni tampoco caben los arreglos cosméticos. Hay que ayudar a construir un mejor Haití, colaborar con el Gobierno para que las inversiones de hoy generen beneficios duraderos", agregó.
La Asamblea General de la ONU tiene previsto reunirse esta semana para analizar la situación en el país caribeño y los esfuerzos de la comunidad internacional para ayudar a los damnificados.