El presidente estadounidense Barack Obama se dirige a la nación desde la Casa Blanca, Washington, Estados Unidos este miércoles 17 de diciembre de 2014. La decisión del presidente, Barack Obama, de iniciar un diálogo inmediato con Cuba para restablecer vínculos diplomáticos entre ambos países inaugura un nuevo capítulo en la tensa relación entre Washington y La Habana | Doug Mills

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La decisión del presidente de EEUU, Barack Obama, de iniciar un diálogo inmediato con Cuba para restablecer vínculos diplomáticos entre ambos países inaugura un nuevo capítulo en la tensa relación entre Washington y La Habana.

El anuncio coincide con la liberación «por razones humanitarias» del contratista estadounidense Alan Gross, preso en La Habana desde hace cinco años y quien regresó hoy a EEUU.

El histórico acercamiento, que incluye planes para la apertura de una embajada estadounidense en La Habana en los próximos meses, llega tras seis décadas de tensión y enfrentamientos que alcanzaron su momento culminante en 1962, con la «crisis de los misiles».

EEUU, que reconoció en un primer momento a Fidel Castro como el nuevo líder de la isla, tardó poco en reconsiderar su postura.

La reforma agraria cubana y la nacionalización de industrias estadounidenses dispararon las alarmas en Washington, que decretó la imposición gradual de restricciones comerciales sobre la isla.

Los intentos de estrangulamiento económico del régimen de Fidel, que se oficializaron en 1960 con el embargo sobre las relaciones comerciales y empresariales de EEUU con la isla, se combinaron con planes para derrocar al líder revolucionario.

El embargo, que durante décadas se ejecutó a golpe de decretos presidenciales, se reforzó en 1996 con la aprobación de la Ley Helms-Burton, pero ni ésa ni el resto de estrategias lograron el efecto deseado: la desaparición de Castro del mapa político.

Las dificultades económicas fruto del embargo llevaron al régimen castrista a estrechar vínculos con la Unión Soviética, considerada por aquel entonces por EEUU como «la gran amenaza roja».

Ese acercamiento se intensificó a partir de 1961, después de que 1.500 exiliados cubanos entrenados por la CIA trataran de invadir -sin éxito- la isla a través de la Bahía de Cochinos.

La operación formaba parte de una iniciativa más amplia que los servicios de inteligencia estadounidenses bautizaron como «Operación Mongoose» (Mangosta) y cuyo objetivo era desestabilizar al Gobierno de Castro.

La estrategia incluyó varios complots para matar al líder cubano, según determinó una investigación independiente del Senado de EEUU.

Lo peor, de todos modos, estaba por llegar.

Convencido de que la potencia del norte planeaba invadir su país, Castro comenzó una agresiva militarización de Cuba, que condujo al despliegue de misiles soviéticos en la isla.

Esa decisión desencadenó en la conocida como «crisis de los misiles», que colocó al mundo al borde de una guerra nuclear.

La crisis arrancó un 15 de octubre de 1962, cuando aviones espía estadounidenses U-2 detectaron misiles nucleares en la isla caribeña capaces de alcanzar EEUU.

La tensión se prolongó hasta el 28 de octubre. Ese día, el líder soviético, Nikita Jruschov, accedió a desmantelar todos los misiles rusos en Cuba y trasladarlos de vuelta a la Unión Soviética.

EEUU, aunque en secreto, se comprometió a retirar sus cabezas nucleares de Turquía.

Tras ese encontronazo, llegó una etapa de deshielo que empezó durante la presidencia de Lyndon Johnson (1963-1969) y se prolongó durante más de una década.

En 1964, Fidel envió una carta a Johnson en la que señalaba que la hostilidad entre los dos países vecinos era «innecesaria» y podía eliminarse.

La llegada de Jimmy Carter (1977-1981) a la Casa Blanca supuso otro paso adelante en esa dirección y se tradujo en la apertura simultánea de oficinas de intereses en Washington y la Habana, ambas ubicadas en la embajada de Suiza.

La salida de Carter de la escena política acabó con la luna de miel, pues Ronald Reagan (1981-1989) regresó a los viejos tiempos al endurecer el embargo y alentar la hostilidad latente entre los países.

Fue bajo su batuta que se creó Radio Martí, una emisora con base en Miami para retransmitir noticias en español a Cuba.

El nuevo milenio trajo aires conciliadores, simbolizados en el apretón de manos entre Fidel y el presidente Bill Clinton (1993-2001) durante la cumbre del Milenio de Naciones Unidas en septiembre de 2000.

En 1994, se produjo otro hito importante, con la firma de un acuerdo entre EEUU y Cuba por el que Washington se comprometía a admitir 20.000 cubanos al año a cambio de que Cuba detuviese el éxodo de refugiados hacia el país del norte.

La visita de Carter a Cuba en 2002 fue otro momento histórico que parecía presagiar un acercamiento que no se materializó.

Las afirmaciones del entonces secretario de Estado adjunto contra la Proliferación Nuclear, John Bolton, de que Cuba tenía un programa de armas biológicas y el hecho de que el Gobierno del presidente George W. Bush incluyese a Cuba entre los países del «eje del mal» despertaron viejos rencores.

Obama desplegó gestos de acercamiento a la isla a su llegada al poder en 2009, que se produjo poco después de que Fidel cediera el cargo a su hermano, Raúl.

La flexibilización en abril de 2009 de los viajes y envío de remesas y paquetes humanitarios de los cubanoamericanos estuvo seguida en 2011 por la facilitación de los viajes académicos, culturales y religiosos.

Pero esa apertura pronto encontró un obstáculo en la condena a prisión, a finales de 2009, del contratista estadounidense Alan Gross en Cuba y los desacuerdos en cuanto al destino de «Los Cinco» cubanos condenados por espionaje en EEUU.

El año 2013 fue de tenue acercamiento, marcado por prudentes diálogos sobre migración y sobre la posibilidad de reanudar el correo postal directo y rematado por un apretón de manos entre Obama y Castro durante el funeral de Nelson Mandela en diciembre, en el que algunos vieron algo más que un mero gesto de civilidad.

La liberación este miércoles de Gross y los planes para restablecer las relaciones diplomáticas y flexibilizar más los viajes, el comercio y el envío de remesas desde EEUU abren un nuevo e histórico capítulo en la turbulenta relación entre Washington y La Habana.