Un hombre en bicicleta circula por la aldea de Yatskivka. | Gervasio Sánchez

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Los misiles rusos dañan las centrales eléctricas y dejan la capital y las grandes ciudades ucranianas sin luz e internet durante unas horas. El sistema defensivo contra misiles ucraniano destruye algunos de los proyectiles en el aire antes de que alcancen sus objetivos. Por desgracia, uno de estos artilugios defensivos mata a dos ciudadanos polacos y durante horas la tensión a una escalada bélica entre la OTAN y Rusia cubre todas las portadas. El suflé especulativo se desinfla en cuanto los jefes de las grandes potencias culpan sin culpar a los ucranianos de apuntar mal. Hace diez días, las autoridades capitalinas hablaban de la posibilidad de una evacuación de Kiev si la llegada del frío invierno coincidía con la destrucción de infraestructuras fundamentales de luz, calefacción y gas. El ministro de Energía de Ucrania, Herman Halushchenko, aseguraba el martes que el ataque al sistema energético ucraniano con 85 misiles había sido el más intenso desde que el 24 de febrero comenzase la guerra de Rusia contra Ucrania.

Este miércoles, toda la ciudad de Járkiv, la segunda más grande del país, se quedó a oscuras a las cinco de la tarde y la luz no regresó hasta la madrugada después de que dos misiles hicieran temblar el centro del casco urbano y otros dos cayeran en las afueras. Otras ciudades como la capital Kiev, Mykolaiv, Chernígov y Zaporiyia también sufrieron cortes de luz en algunas áreas tras ataques similares. Los daños en Járkiv fueron superficiales. No hubo víctimas civiles y esta mañana ya se había restablecido la rutina diaria con los centros comerciales abiertos y el sistema de transporte funcionando perfectamente. De nuevo, han sonado las alarmas aéreas a mitad de la mañana, pero las personas que esperaban la llegada de los autobuses de línea en una de las plazas principales, objetivo en los meses anteriores de ataques muy precisos, no han abandonado su turno en las colas.

Pero la terrible debacle humanitaria no se produce en estas grandes ciudades alejadas decenas de kilómetros de las primeras líneas de combate y de la frontera rusa. Es verdad que los cortes de luz y agua afectan a millones de personas, pero el servicio se restablece con sorprendente rapidez gracias a la efectividad de los trabajadores de emergencia, capaces de reparar los daños en un tiempo record. Lo angustioso ocurre en ciudades intermedias como Izium, a unos 120 kilómetros al sur de Járkiv, o aldeas como Yatskivka, Novoselivka, Drobysheve que se encuentran en el camino hasta Lyman, completamente arrasada.

A unos cuantos kilómetros de Járkiv ya se empezaban el lunes a ver típicas escenas de los desastres de la guerra. Por ejemplo, hace una semana un automóvil pisó una mina antitanque y murieron los dos pasajeros. El hueco seguía sin ser tapado y el coche estaba reventado encima de unos arbustos. Por encima de esa mina sin explosionar habían pasado centenares de coches desde hacía semanas hasta que el detonador se activó y provocó la tragedia. Tras diez días de intensos combates el ejército ucraniano confirmó el 1 de abril que la ciudad de Izium estaba bajo el control militar ruso. Los combates más intensos duraron tres semanas y obligaron a los habitantes a sobrevivir en los sótanos de sus casas sin electricidad, calefacción o agua corriente. El ejército ruso también impidió el paso de los convoyes humanitarios.

La contraofensiva ucraniana permitió la recuperación de todo el casco urbano el 10 de setiembre, cinco meses después del inicio de la ocupación. Las autoridades locales aseguraron que el 80 % de los edificios residenciales habían sido destruidos durante la infernal batalla calle por calle. Atravesar Izium, dos meses después de la reconquista ucraniana, era enfrentarse a barrios enteros devastados. Entre las ruinas se veían algunos grupos de personas a la espera de la distribución de la ayuda humanitaria como en el barrio de Kapytolivka. Los escasos vehículos eran conducidos por soldados. Los puentes sobre el río Oskol, que nace en territorio de la Federación rusa, habían sido volados. Nuestro vehículo tuvo que maniobrar por un puente artificial en muy malas condiciones por el que tiene que pasar todo el tráfico rodado que se dirige hacia el sur.

En los alrededores de Yatskivka había blindados y carros de combate carbonizados, granjas completamente destruidas, un complejo hotelero arrasado en un lugar paradisiaco. Algunos trabajadores estaban levantando los postes de la luz y arreglaban los boquetes en las carreteras provocados por las minas al estallar. Muy cerca de aquí, a unos 30 kilómetros, está Sloviansk que se hizo mundialmente conocida cuando se convirtió en la primera ciudad del este de Ucrania ocupada por los separatistas prorrusos en abril de 2014. La alcaldía apoyó a los ocupantes y los intentos por recuperar la ciudad por parte de las fuerzas ucranianas provocaron centenares de soldados muertos en ambos lados y la pérdida de mucho material bélico pesado.

Puente destruido sobre el río Oskol.

El casco urbano de Yatskivka estaba completamente arrasado. No quedaba una sola casa en pie y los destrozos afectaban a todo al tendido eléctrico. Aquí vivían antes de la guerra unos 3.600 habitantes y el lunes sólo se veían algunas personas que aprovechaban los rayos de sol para calentarse en una mañana muy fría. La mayoría se desplazaban a pie y un par de vecinos circulaban en bicicleta. Entre las ruinas siempre aparecían perros abandonados y muchos gatos. Las casas de la aldea se extendían por un área kilométrica. Era muy difícil encontrar alguna intacta. Los bombardeos incesantes arrasaron con toda señal de vida.

Entre Novoselivka y Drobysheve, aldeas de dos mil habitantes, abandonar el asfalto muy desgastado de la carretera se describiría como un acto de extrema irresponsabilidad. Las posibilidades de que el terreno esté minado son altas y ningún equipo especializado en desactivación de explosivos ha reconocido el terreno desde que los rusos huyeron. A unos cien metros se distingue la cola de un cohete medio enterrado en pleno campo. Una columna de coches calcinados no deja duda sobre la contundencia de los combates.

El marco de la cumbre de G20 en Bali era el ideal para la venganza aérea de Putin después de la vergonzosa retirada de sus tropas de la ciudad ucraniana de Jerson. Bombardear con intensidad Ucrania y así obligar a los mandatarios a realizar una condena aún más contundente a la agresión rusa que el mandatario lidera desde hace meses. Andriy Yermak, uno de los asesores de Volodimir Zelensky, aseguró que los ataques con misiles del martes contra varias ciudades ucranianas eran la respuesta de Rusia al «poderoso discurso» del presidente ucraniano en la cumbre del G20.

Los intentos de Putin por presentarse como ganador cuando está perdiendo la guerra forma parte del juego de vanidades ante los grandes próceres del mundo reunidos en Bali. Es su forma de anunciar que su figura es fundamental aunque no haya asistido físicamente a la cumbre. Que la paz de los cementerios depende de él. Los habitantes de las grandes ciudades bombardeadas se alarman, corren a los refugios presa del miedo, se quedan sin luz durante unas horas. Pero un día después todo vuelve a la normalidad. Los habitantes de los pueblos y las aldeas arrasadas tienen que vivir diariamente con la amenaza del hambre, el frío y los bombardeos desde las cercanas posiciones rusas. Allí no se activan las alarmas porque las 24 horas se vive en permanente alarma aérea.