El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en la reunión de BRICS. | Efe - KIM LUDBROOK

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Irán parecía más aislado que nunca a causa de las protestas que han sacudido el país, su acercamiento a Rusia y la parálisis de las negociaciones nucleares. Sin embargo, la inesperada admisión del país en el grupo de economías emergentes BRICS supone un alivio a ese aislamiento y un éxito para el Gobierno iraní, aunque con limitaciones.

Al ingreso de Irán en el grupo de economías BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se suman la normalización de las relaciones diplomáticas con Arabia Saudí en marzo y más recientemente el acuerdo con Estados Unidos para el intercambio de prisioneros y la descongelación de 6.000 millones de dólares pertenecientes a Teherán.

Todo ello da cierto aire al Gobierno del presidente de Irán, Ebrahim Raisí, que goza de poca popularidad entre la población, especialmente por el mal estado de la economía, sacudida por una galopante inflación y un rial en depreciación continua. «Despierta esperanzas en términos políticos. Hay luz al final del túnel», dice a EFE el analista Sasan Karimi, acerca del ingreso de Irán en los BRICS. «Irán no se ve más y más aislado. Y lo sitúa en una mejor posición, en una posición de más confianza, indirectamente, en las conversaciones nucleares», afirma el experto de la Facultad de Estudios sobre el Mundo de la Universidad de Teherán.

Para el iranólogo Raffaele Mauriello el ingreso en los BRICS a partir del 1 de enero de 2024 supone un «éxito para el país» y el Gobierno de Raisí. «Esto quiere decir que Irán no está aislado como antes. Al ingresar en los BRICS, Irán no va a estar tan fuera de la comunidad internacional», asevera Mauriello, quien recuerda que el país persa ya se unió el año pasado a la Organización de Cooperación de Shanghái. La unión de Teherán a los BRICS junto con Argentina, Arabia Saudí, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos fue anunciada por el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, en la XV Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno del bloque celebrada en Johannesburgo la semana pasada.

La decisión fue calificada de inmediato como «una victoria estratégica» y «un éxito» por las autoridades iraníes, que esperan que ayude a Irán en la esfera internacional.

Teherán ahondó su aislamiento global con la represión de las protestas provocadas por la muerte en septiembre de Mahsa Amini tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico, que desató fuertes críticas occidentales y una ola de nuevas sanciones contra el país persa.

Esa profundización del papel de paria internacional se producía con las conversaciones para salvar el pacto nuclear de 2015 totalmente paralizadas y sin visos de lograr un acuerdo para limitar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de sanciones. Y en medio de todas esas tensiones, Irán ha estrechado sus lazos con Rusia, país al que ha vendido drones kamikazes para su uso en la guerra de Ucrania, según las denuncias de los países occidentales.

Si bien el ingreso en el club de economías emergentes es un éxito político y alivia el aislamiento del país, los beneficios, especialmente los económicos, se verán a largo plazo. «No normaliza las relaciones comerciales iraníes, que son víctima de las sanciones unilaterales de los Estados Unidos», asevera Karimi, y por ello «no será útil para la economía a corto plazo».

Mauriello coincide: «No se han resuelto los problemas económicos de las sanciones de Irán, que se quedan como el problema más importante a nivel internacional». Y ese es para el experto el principal problema del país, además de cuestiones internas como la mala administración, la corrupción, y toda una serie de problemas políticos, como las protestas desatadas por la muerte de Amini. «El problema a corto plazo es la economía y el Gobierno hasta ahora no ha hecho logros en este campo», afirma Mauriello.