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El 7 de octubre de este año un mundo acostumbrado a la guerra se despertaba con unas imágenes difíciles de olvidar. Sin embargo, esta vez no venían de Ucrania. Una matanza indiscriminada en varias localidades de Israel cercanas a Gaza ocupaban en esta ocasión las portadas de los medios. Las milicias de la organización islamista Hamás habían lanzado junto a la Yihad Islámica un ataque coordinado contra soldados y civiles israelíes, incluidos niños. Pronto las decenas de víctimas se convirtieron en cientos, que se sumaban a aquellas que envueltas en gritos y desconcierto eran raptadas y llevadas a la Franja.

El atentado dejó más de 1.200 muertos y 240 secuestrados, provocando que Israel rápidamente prometiera "venganza". Su primer ministro, Benjamín Netanyahu, cuyo futuro pendía de un hilo por tensiones internas, se cambió el traje por el uniforme y asumió aquella labor que continúa casi tres meses después. El objetivo estaba claro, "acabar con Hamás", sin embargo, en el camino se ha provocado una de las peores crisis humanitarias en décadas.

Hoy las calles de Gaza se han convertido en escombros y los cementerios palestinos lloran la muerte de casi 21.000 personas, más de 8.000 de ellas niños. La campaña de bombardeos sobre Gaza, una de las zonas con mayor densidad de población del mundo, empieza a ser cuestionada incluso por los aliados israelíes; que reconocen el derecho a defenderse pero no de cualquier manera. Por su parte, organizaciones internacionales alertan de posibles violaciones del derecho internacional humanitario.

"La situación es terrorífica. Nunca se había visto en un conflicto que en tan poco periodo de tiempo hubiese más de 20.700 víctimas constatadas, 8.000 desaparecidos bajo los escombros y más de 53.000 heridos, entre ellos muchísimos niños amputados", ha dicho este martes la directora ejecutiva para España de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), Raquel Mart. Desde la ONU alertan de que solo un tercio de los hospitales de la Franja funcionan, apenas hay medicamentos, agua o combustible y el número de desplazados se acerca a los 2 millones de personas.

Del intercambio de rehenes a los combates en el sur

En estos cerca de tres meses de conflicto se han vivido varias etapas. De los bombardeos iniciales en todo el territorio palestino se pasó a una ofensiva terrestre calle a calle que ha reducido en buena medida el control de la Franja por parte de Hamás. En un principio los carros de combate israelíes cercaron la capital gazatí, donde supuestamente se encontraban los centros de operaciones de la organización islamista, sin embargo, la guerra ya se ha extendido al sur.

Es en esta región donde se encuentran buena parte de los desplazados, ya que la propia autoridad israelí pidió a los ciudadanos palestinos que se trasladaran allí. No obstante, esto no ha convertido a esta región en un lugar libre de ataques. La ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, se ha convertido ahora en el objetivo del ejército de Israel. Esta semana un bombardeo a un campo de refugiados de esta zona provocó la muerte de más de 70 personas.

La respuesta militar israelí contra Hamás no se ha limitado a Gaza. En la Cisjordania ocupada han aumentado desde el 7 de octubre las redadas y detenciones a ciudadanos palestinos. Este miércoles, al menos seis personas murieron y otra más resultó gravemente herida por fuego israelí durante enfrentamientos en Cisjordania, que viven su año más violento desde hace dos décadas. En lo que va de 2023 han muerto 519 palestinos en enfrentamientos esta región, incluidos más de 111 menores. De esa cifra, 312 palestinos, al menos 74 menores, murieron después del atentado de Hamás en octubre. La violencia entre palestinos e israelís ha crecido considerablemente y se han producido fuertes enfrentamientos armados entre grupos palestinos y colonos israelíes.

Pese a que la sociedad israelí parece decidida a apoyar la ofensiva en Gaza, lo cierto es que la política llevada a cabo por Netanyahu para liberar a los rehenes ha provocado un cisma político que está afectando a su ya maltrecha imagen. Las negociaciones entre Israel y Hamás en Catar consiguieron que durante los días 24 de noviembre y 1 de diciembre se produjera un alto el fuego en el que se intercambiaron rehenes israelíes por prisioneros palestinos. Gracias a este acuerdo pudieron regresar 105 rehenes, principalmente mujeres y niños. Entre ellos ciudadanos israelíes y con doble nacionalidad, así como tailandeses, polacos y filipinos. Por su parte, fueron liberados en el intercambio 240 palestinos, también mujeres y niños, ninguno con delito de sangre y algunos de ellos sin acusación formal.

Con todo, todavía quedan secuestrados en Gaza, aunque en el transcurso de la ofensiva se han encontrado cadáveres de algunos de ellos, por lo que la cifra exacta de los que quedan con vida es un misterio. El hecho de que no se haya extendido el acuerdo para conseguir sacar a todos los rehenes ha generado tensión en Israel en torno a la figura de Netanyahu. Esta semana un grupo de familiares de secuestrados interrumpió en varias ocasiones a Netanyahu en el Parlamento y el ex primer ministro israelí y ahora líder de la oposición, Yair Lapid, ha puesto en duda la capacidad de Netanyahu para gestionar una situación como la actual, si bien ha reconocido que reemplazarle en plena guerra no sería idóneo.

Miedo a extender el conflicto y presión internacional

La violencia en Gaza ha provocado una escalada en Oriente Próximo y los países occidentales advierten del peligro de que el conflicto se amplíe a otros países. Israel ha desplegado a unos 200.000 efectivos en su frontera con Líbano, donde se vive el momento más tenso desde 2006 con un intercambio de fuego que ya ha matado a unas 150 personas, la mayoría de lado libanés. Desde que comenzó la ofensiva de Israel, la milicia chií Hezbolá (que recibe financiación iraní) se ha sumado al conflicto bombardeando posiciones israelíes en respuesta a la muerte de civiles en Gaza. El primer ministro israelí ha amenazado en varias ocasiones con "destruir" el Líbano si Hezbolá decide entrar en guerra abierta con Israel.

Por el momento Hezbolá trata de jugar con su capacidad de desgaste pero sin buscar un conflicto mayor. Su líder, Hasán Nasrala, ha defendido la "incertidumbre" como arma, al forzar a las tropas israelíes a dividir sus fuerzas. Lo mismo sucede en el sur de Israel, donde se han enviado varios drones y misiles desde el otro extremo de la Península Arábiga. Las milicias hutíes de Yemen, respaldadas por Irán, han abierto otro frente a Tel Aviv. Aunque por el momento ningún artefacto ha causado daños importantes en Israel, lo que si podría hacerlo es el bloqueo de la ruta comercial que pasa por el mar Rojo. Las rebeldes yemeníes han secuestrado un barco y atacado otros que pasaban por el estrecho de Bab al Mandeb con destino a Israel.

Esta situación ha provocado que varias navieras y petroleras importantes hayan suspendido su paso por esta zona, poniendo en jaque la cadena de suministros global y un posible incremento de precios. Para paliar lo sucedido, EEUU anunció una coalición para detener estos ataques y proteger los buque comerciales, en el que incluyó a los ejércitos de varios países europeos. Aunque en un principio la UE aseguró que la operación Atalanta que navega por la zona para proteger a barcos de la piratería iba a ampliar sus capacidades y unirse a Estados Unidos, finalmente no va a ser así tras la negativa de España.

2023 termina con el nuevo episodio de un conflicto que supera ya los 75 años y donde las posturas están cada vez más alejadas. Los países occidentales han vuelto a alzar la voz en defensa de la solución de los dos Estados y, por tanto, la creación del Estado Palestino (como se acordó en los Acuerdos de Oslo en 1993). Sin embargo, la situación actual plantea muchas dudas. El Estado hebreo no ha aclarado que ocurrirá con Gaza el día después de que termine de conquistar todo el territorio del enclave palestino. Y aunque las capacidades militares auguran una victoria casi segura a Israel, este 2024 nos aclarará a costa de cuantas vidas más.