TW
0

Hubo un tiempo en el que el debate principal en la Unión Europea pasaba por cómo reaccionar a una pandemia sin precedentes; después el bloque tuvo que aprender a despegarse de la dependencia energética de Rusia y también hablar de las reglas fiscales. En aquellos momentos los países del sur elevaron la voz y dieron un paso adelante, dejando atrás los tópicos que se les habían endosado durante la crisis del 2008. España, Italia o Portugal fueron clave para aprobar los fondos Next Generation o la compra conjunta de vacunas, y la excepción ibérica copó portadas en torno a la factura de la luz.

Los mal llamados PIGS pasaron a primera línea, pero los tiempos van rápido y ahora, con el foco puesto en la inversión en Defensa y en cómo enfrentar a la Rusia de Putin el protagonismo ha pasado a otro punto de la UE: los Bálticos. Y eso ha hecho que los Estados miembros mediterráneos, como España, vuelvan a un segundo plano en debates en los que no tienen demasiado que decir. ¿Cuál es el mapa por tanto ahora mismo?

Aunque se hable en términos militares y el presidente francés Emmanuel Macron haya abierto la puerta -aunque con matices después- a que los 27 puedan mandar soldados a Ucrania, eso no quiere decir que la Unión vaya a lanzarse a un conflicto directo con Rusia; nada más lejos de la realidad. Esa realidad es otra: la estrategia de Defensa de la UE es un plan industrial que forma parte de la autonomía estratégica que quiere alcanzar el bloque a medio plazo. Y no solo para disuadir a Vladimir Putin, sino también por lo que pueda pasar en Estados Unidos, con la posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. Europa quiere tener en sus manos el poder de decisión sobre su propia seguridad; "es una cuestión de control", explican algunas fuentes consultadas por 20minutos, que reiteran que la Unión "solo quiere prepararse para el mundo actual, mucho más peligroso y lleno de tensiones". Nadie habla, en cambio, de "lanzarse a un enfrentamiento militar".

Ahora, quienes marcan el paso en este sentido son los Bálticos, que ven la amenaza rusa mucho más cerca. Por ejemplo, la primera ministras estonia, Kaja Kallas, no ve descabellada la idea de Macron y avisa de que lo importante es que Rusia "no gane la guerra", porque si lo hace podría extender la invasión a un país miembro de la UE y caminar "hacia la Tercera Guerra Mundial". Ese discurso a nivel mediático tiene mucha cabida, y este tipo de liderazgos salen reforzados: Kallas de hecho suena con fuerza para ser la próxima Alta Representante de la Unión en sustitución de Josep Borrell. Desde luego los Bálticos van a querer una importante cuota de poder en la próxima legislatura comunitaria.

Polonia también cabalga hacia una nueva era para ellos en la UE: de ser un socio denostado durante el Gobierno del PiS la voz de Varsovia se oye más que nunca bajo el mando de Donald Tusk. "Estamos en una época de preguerra. No exagero", sostuvo el primer ministro hace unos días en una entrevista en El País, en la que también reveló una pequeña discusión con Pedro Sánchez a cuenta precisamente del asunto militar. El presidente español quiso suavizar el asunto porque considera que en el sur de la UE la guerra se ve como algo abstracto. "En mi parte de Europa la guerra ya no es una abstracción y que nuestro deber no es discutir, sino actuar y prepararnos para defendernos", le habría respondido Tusk. Ese es un buen ejemplo sobre cómo se impone un mensaje sobre el otro.

Menos palpable es el papel de otro socio comunitario como es Lituania, pero su voz también se escucha: su presidente, Klaus Ioannis, se ha postulado para ser el próximo secretario general de la OTAN, aunque en la UE el país se mantiene en un plano más secundario. No obstante, Ioannis no tiene las de ganar porque los aliados están cerrando filas en torno al otro gran candidato, Mark Rutte, que está muy cerca de convertirse en el sustituto de Jens Stoltenberg al frente de la Alianza Atlántica. Sea como sea, los Bálticos se hacen escuchar cuando se trata de defensa y disuasión frente a Rusia.

En mi parte de Europa la guerra ya no es una abstracción y que nuestro deber no es discutir, sino actuar y prepararnos para defendernos

Esas dinámicas juegan en contra por ejemplo de España (o de Italia, Portugal o Grecia), que no tienen tanto que decir en lo que a Defensa se refiere. En el caso español existe el matiz de que el Gobierno de Sánchez sí lidera, por otra parte, una crítica dura contra Israel por la situación en Gaza, con un llamamiento a un alto el fuego, la convocatoria de un conferencia de paz o la solución de dos Estados, que también defiende la UE como bloque. Pero en lo que se refiere a Ucrania Moncloa llama a la calma. Moncloa se fija más en la cuestión industrial y pide no ser drásticos en los mensajes.

La posición de España, igual que la de otros socios europeos, se acerca a la cautela, aunque sea con atención y entendiendo que hay que (re)activar la industria de Defensa, en un alineamiento con lo que sale desde Bruselas. El Ejecutivo español no está de acuerdo con que Europa tenga que entrar casi en una economía de guerra porque eso "distorsiona" la realidad. El peligro de la guerra "no es inminente", avisó por ejemplo Josep Borrell. El reto, en resumen, para algunos socios está en la capacidad de armonizar la ayuda coyuntural a Ucrania con la necesidad de transformar la industria de Defensa. Ese balance, eso sí, a nivel mediático no tiene tanto punch como el mensaje que sale de los Bálticos, más cercano al belicismo, pero influido claramente por la posición geográfica.

Cada gran debate suele desembocar en una UE de dos bloques. Cuasi belicismo y dureza, como dicen los Bálticos, o un enfoque más a medio y largo plazo para que la UE se prepare como actor global, como pide el sur. El mensaje que se está imponiendo, en general, es el de los primeros, por lo que la báscula en la Unión se está yendo hacia el este, a nivel de discurso, pero también de liderazgos. Kallas, Tusk o Ioannis hablan ahora más alto que los Sánchez, Mitsotakis o Meloni.