Marcha. Tras el oficio, miles de ciudadanos marcharon hasta el lugar de la tragedia - Reuters

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Los habitantes de Duisburgo y la plana mayor de la política alemana recordaron ayer en un funeral a las 21 víctimas de la "Loveparade", una semana después de la tragedia precipitada por un caos organizativo que ha sumido a Alemania en el dolor y la indignación.

La primera ministra del "Land" de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft, instó, desde la Iglesia evangélica del Salvador, a actuar "con sentido del deber" en el esclarecimiento de una tragedia en la que murieron 21 "personas jóvenes, llenas de vida". "Tenemos un deber hacia quienes perdieron a los suyos", dijo Kraft, para recordar que entre esas víctimas había jóvenes "llegados de Italia, Holanda, Bosnia, China y España", en alusión a los ocho extranjeros muertos en la multitudinaria fiesta "tecno", entre ellos las españolas Clara Zapater y Marta Acosta.

Kraft fue la única representante del estamento político que habló en el oficio, al que asistieron la canciller, Angela Merkel, varios miembros de su Gobierno y el presidente del país, Christian Wulff

Fue una ceremonia sobria y emotiva, acompañada por la música de "La Pasión según San Mateo", de Johannes Sebastian Bach, interpretada desde el órgano del templo, junto a cuyo altar quedaron 21 velas, que depositaron y encendieron miembros del cuerpo sanitario, bomberos, policías y asistentes parroquiales que el día de la tragedia atendieron a las víctimas. Debido a la dimensión del templo, con capacidad para sólo unas 500 personas, la ceremonia fue transmitida en directo desde otras 14 iglesias y el estadio de fútbol de Duisburgo.

Tras el oficio, miles de ciudadanos marcharon hasta el lugar de la tragedia, el túnel de acceso al recinto, convertido ahora en un mar de velas encendidas, flores, mensajes, pancartas reclamando responsabilidades y banderas de las nacionalidades de todas las víctimas, incluida la española.

Faltaron el alcalde y el organizador
A la ceremonia religiosa no acudieron, por razones de seguridad, las dos personas sobre la que se han cernido estos días todas las críticas: el alcalde, Adolf Sauerland, y el organizador, Rainer Schaller, al que apuntan como responsable directo de lo ocurrido los informes provisionales de la policía y la fiscalía. Sauerland, de la Unión Cristianodemócrata Alemana (CDU) de Merkel, se ha negado hasta ahora a dimitir, pese a las presiones de su propio partido para que asuma las consecuencias. El alcalde se parapetó estos días en su versión de que no firmó la autorización de la fiesta, pero tanto desde la CDU como de su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) se ha recordado que eso no le exime de la responsabilidad política y moral. En los medios se ha apuntado a que él se obstinó en que Duisburgo acogiera el festival, desoyendo las advertencias del estamento policial y los bomberos.