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En las primeras elecciones locales de esta época, las del 79, Es Castell fue el único ayuntamiento progresista frente a la marea de UCD que ese año cubrió todas las instituciones. La candidatura liderada por José Tadeo obtuvo la mayoría y sembró la fuerza de la izquierda, consonante con la tradición de un pueblo obrero. Es posible que, como ha ocurrido en Maó, esa trayectoria no se hubiera roto de no haber sido por Jaume Peralta, el alcalde socialista elegido en el 83. El agujero financiero hallado tras su marcha, forzada por el propio PSOE, puso en peligro el más elemental día a día del ayuntamiento, que navegó a la deriva durante el mandato del 87 hasta tocar puerto en las elecciones del 91. Fue necesario un pacto a la griega, del PP y la Entesa de l'Esquerra, para iniciar un imprescindible plan de austeridad y comenzar prácticamente de cero. De ese pacto surgió la primera alcaldesa en un ayuntamiento menorquín, la nacionalista Ester Riudavets, que se repartió la vara de mando con el popular Bernat Llompart.

De aquellas andanzas nacidas de la necesidad y otras experiencias de tormentosos acuerdos se han derivado situaciones como la del anterior mandato con la alcaldesa Irene Coll recurriendo al apoyo del PP ante la imposibilidad de entenderse con una izquierda fragmentada en cuatro opciones. Fue otro extraño pacto justificado en la necesidad de gobernar que salió adelante entre acusaciones de transfuguismo y la expulsión de la alcaldesa del PSOE. Pero se gobernó y se creó una buena amistad, se afianzó con los resultados de 2007 y dura hasta nuestros días. Se ha llegado así a la paradoja del pueblo con más raíces progresistas convertido en el principal cartel de la derecha menorquina.