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El de Maó es un caso único en Menorca. Salvo los cuatro años de transición centrista, siempre ha gobernado el PSOE. El ciclo de hegemonía comenzó con Borja Carreras en 1983, que obtuvo en las urnas la mitad de los votos (el 55 por ciento) en una cita de floja participación electoral (56 por ciento). Ambas características han acompañado la democracia local en este municipio, que por aquel entonces era el que disponía de mayor censo. Seis convocatorias después, las de 2007, los socialistas fueron los más votados (50 sufragios más que el PP) con una participación prácticamente idéntica, 55 por ciento. Toda una generación de mahoneses no ha conocido otro gobierno que el socialista, el actual alcalde es hijo de un concejal de la primera corporación, ilustrativo ejemplo.

Si las siglas vencedoras no han cambiado, el panorama es igualmente estable en el análisis de la vara de mando. El primer alcalde socialista renunció después de diez años para asumir una Dirección General en Madrid en el último gobierno de Felipe González y dio el relevo a Arturo Bagur, quien ha ocupado la alcaldía los quince siguientes y también la dejó por su nueva responsabilidad como senador por Menorca. Los casos no son en absoluto comparables, aunque la trayectoria los iguala.

Ni el desgaste del poder ni el relevo en el liderazgo ni crisis ni el tirón de una alternativa fuerte han minado el poder de un partido en su gran feudo. Cuando no ha tenido mayoría absoluta ha contado con los minoritarios de la izquierda y en un momento dado incluso tuvo el apoyo del naufragio centrista. Razones de tradición progresista y una elevada abstención mantenida de forma constante explican esas tres décadas en monocolor, que ahora endurecen el reto de unos y de otros, el de prolongar la racha de gobierno o el de ser los protagonistas del cambio.