Mursi. El candidato islamista a la presidencia, en el centro de la imagen, sigue siendo la única opción auténticamente revolucionaria - Reuters

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Los egipcios eligen este fin de semana entre el islamista Mohamed Mursi y el exmilitar Ahmed Shafiq en una segunda vuelta de las presidenciales marcada por la decisión del jueves del Tribunal Constitucional egipcio de disolver el Parlamento, primera institución democráticamente elegida tras la revuelta que supuso el fin del régimen del presidente Hosni Mubarak.

Así, el relevo de Mubarak deberá asumir el cargo, si todo transcurre según lo previsto, sin un contrapeso efectivo en el Poder Legislativo, y con un Ejército reforzado en su papel de garante del orden y elemento contrarrevolucionario.

El candidato más votado en la primera vuelta, celebrada los días 23 y 24 de mayo, fue Mursi, candidato de los Hermanos Musulmanes, que consiguió más de 5,7 millones de votos (24.78 por ciento), mientras que Shafiq obtuvo 5,5 millones de votos (23,66 por ciento).

Mursi cuenta con el crédito de su historial de lucha contra el régimen de Mubarak durante sus años como diputado y como activista de los Hermanos Musulmanes, grupo ilegal pero tolerado durante esa época. En su haber figura que en ningún momento se postuló él mismo para la presidencia, pero, por ese mismo motivo, si es elegido presidente, la máxima autoridad del Estado estaría bajo control de un grupo político, lo que le restaría credibilidad.

Sin embargo, la opción de Mursi sigue siendo la única auténticamente revolucionaria, dado el pasado de Shafiq en varios cargos de responsabilidad bajo la presidencia de Mubarak. De hecho, Shafiq fue el último primer ministro de Mubarak y, por tanto, tiene una responsabilidad directa en la violenta represión de las protestas que culminaron con el derrocamiento del mandatario.

Desde el punto de vista político, los Hermanos Musulmanes han elaborado un profundo y prolijo programa denominado 'Proyecto Renacimiento' que promete convertir a Egipto en un país desarrollado. También desde el punto de vista político, Mursi aboga por una mayor influencia de la religión musulmana e incluso ha llegado a defender la ablación genital femenina de niñas como una "elección" de sus familias.

Por último, los defensores de Mursi alegan que su elección permitiría la generación de un contrapoder al Ejército, auténtico sustento de las décadas de gobierno de Mubarak. De hecho, los islamistas defienden un sistema semipresidencialista o parlamentario.

En cambio, Shafiq encarna al régimen de Mubarak y cuenta por ello con todo el aparato de poder construido pacientemente durante lustros. Tiene el rango de teniente general, fue ministro de Aviación Civil y último primer ministro de Mubarak.

Su propuesta es la del orden y la seguridad e incluso ha respondido claramente que volvería a responder con mano dura a las protestas si se vuelven a producir. Más de 800 personas murieron durante la conocida como Revolución del 25 de Enero, muchas de ellas cuando Shafiq ya era primer ministro.