Vargas Llosa. El literato escribió esta obra mientras trabajaba a tiempo parcial en el bar Jute - Archivo

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En una pensión de la madrileña calle del Doctor Castelo y en un velador que utilizaba a modo de mesa, Mario Vargas Llosa escribió hace 50 años "La ciudad y los perros", mientras combinaba su pasión por las letras con un trabajo a tiempo parcial en el bar Jute, una "vieja tasca llena de humo".

El Nobel de Literatura evocaba este miércoles aquellos tiempos inciertos y primerizos durante el homenaje que le ha rendido la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) al publicar una edición conmemorativa de 'La ciudad y los perros'.

"Los malos tiempos en general, son muy fecundos para la literatura. Ahora que estamos viviendo un periodo de gran incertidumbre, inseguridad y confusión, desde el punto de vista literario o cultural no es malo, sino que es propicio para grandes empresas creativas", aseguraba el autor en un encuentro previo con la prensa.

En este sentido, para el autor de 'La ciudad y los perros', una sociedad impregnada de buena literatura "es más crítica y menos manipulable" y "más exigente con el mundo en el que vive y las instituciones que la gobiernan". En 'La ciudad y los perros', Mario Vargas Llosa volcó la "aventura" vivida en el Colegio Militar Leoncio Prado, una institución "sui generis" según el autor, que representaba todas las capas de la sociedad peruana con sus "tensiones, complicaciones y costumbres".

EXPERIENCIA INGRATA
En el discurso improvisado que ha ofrecido en la RAE y al que han académicos y diversos representantes del mundo de la cultura, Vargas Llosa ha reconocido que su paso por el colegio Leoncio Prado fue una experiencia "ingrata". "Sufrí muchísimo con la disciplina que se aplicaba con severidad y con la violencia, que era el estado de vida cotidiano", ha explicado el autor, para quien aquellas vivencias reproducían en pequeño todas las tensiones y violencias del Perú que el autor ignoraba y que allí descubrió. "En el Leoncio Prado trompearse (pelearse) era un asunto de vida o muerte, porque los espectadores querían sangre hasta el final", ha señalado el autor, para quien toda aquella disciplina que les impartían "se transformaba y se deformaba y situaciones de dolor y crueldad".

"Pero me descubrió el país donde había nacido y conseguí vivir en carne propia los problemas de la sociedad peruana. Esa fue mi gran aventura y desde el colegio soñé con escribir una novela que aprovechase esta experiencia".