Estambul. Un cartel que compara a Erdogan con Hitler en la plaza Taksim - Reuters

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Tanto el Gobierno turco como los "indignados" que ocupan la plaza Taksim de Estambul se enricaron ayer y sin ceder en sus posiciones, con la exigencia del Ejecutivo del cese de las protestas y con los manifestantes que responden que no abandonarán el lugar hasta que no se atiendan sus demandas.

La policía no ha entrado en la céntrica plaza de Estambul desde que la abandonara el pasado sábado, y donde miles de personas han ocupado el parque Gezi, origen de las protestas, y las manifestaciones antigubernamentales se han extendido por las principales ciudades del país.

La exigencia del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, a su regreso a Turquía tras una gira por países del Magreb, de que cesen "de inmediato" las protestas no parecen haber tenido el menor efecto sobre los manifestantes.

"Deben poner fin de inmediato a manifestaciones que han derivado en vandalismo y anarquía absoluta", dijo ante miles de personas que se reunieron durante la madrugada en la primera manifestación a favor de Erdogan, en la que se jalearon cánticos como "Somos soldados de Tayyip" y "Dios es grande, aplastemos Taksim".

Erdogan reconoció que la policía se excedió en reprimir las primeras protestas medioambientales para proteger el parque Gezi y que se han transformado en una crítica a su gestión autoritaria y sin buscar el acuerdo en asuntos sensibles.
El primer ministro ofreció su discurso ante la multitud desde un autobús descapotable de su partido, el islamista moderado AKP, lo que levantó las críticas de la oposición por dar la imagen de que gobierna solo para sus votantes.

Horas después, el comisario de Ampliación de la Unión Europea (UE), Stefan Füle, transmitió a Erdogan que las protestas no afectarán al proceso de negociación para la futura adhesión de Turquía al bloque europeo, pero recordó que los abusos policiales no tienen cabida en una democracia.

Por su parte, los activistas acampados en Gezi han declarado que no tienen ninguna intención de moverse de allí hasta que se anule el plan urbanístico que prevé su demolición, se libere a los detenidos, y se destituya a los responsables policiales de los excesos.

Tampoco parece que a los miles de ciudadanos que ahora deambulan por el espacio verde, curiosean en los puestos de información, comida o artesanía o llevan a sus hijos a talleres improvisados de pintura, les afecten las exigencias de Erdogan.