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El presidente del PP, Mariano Rajoy, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, retoman desde el lunes los contactos para negociar las medidas más urgentes del futuro Gobierno mientras se redobla la presión sobre Pedro Sánchez, sin cuya abstención, alertan, España está abocada a unas terceras elecciones.

A los llamamientos del PP y Ciudadanos para que el PSOE no obstaculice la investidura de Rajoy, se han sumado en las últimas horas las apelaciones a la reflexión de destacadas figuras socialistas como José Luis Rodríguez Zapatero o Alfonso Guerra.

Primero fue José Luis Rodríguez Zapatero el jueves quien alertó a sus compañeros de partido de que sería «negativo e inconveniente» que se tuvieran que celebrar unas terceras elecciones. Abogó por abrir un proceso de «diálogo interno» en el PSOE que aúne el «máximo consenso posible» junto a la actual Ejecutiva.

Reconoce el expresidente del Gobierno que «lo peor» es dar consejos sin que nadie se los haya pedido, pero insiste en llamar a la responsabilidad de todos los partidos para evitar nuevos comicios, algo que, ha alertado, no sólo recae en el PSOE.

Ha alimentado también la presión el antiguo dirigente socialista y expresidente del Gobierno Alfonso Guerra, quien ha propuesto directamente una «abstención general» en la investidura de Rajoy que permita sacar a España del atasco político. Una abstención que no sería, en cualquier caso, otorgar «carta blanca» al candidato del PP, el cual debería buscar los apoyos parlamentarios para sacar adelante su programa de Gobierno.

Presión interna y externa que llega también desde Podemos, aunque en sentido contrario. Su numero dos, Iñigo Errejón, espera que el PSOE mantenga su decisión de votar en contra de la investidura de Rajoy y se resista ante quienes le piden que se haga «un cierto harakiri» en favor de la gobernabilidad.

Ha recogido el guante la dirección del PSOE, que durante la última semana ha insistido una y otra vez en su no tajante a la investidura de Rajoy. Es el mensaje que ha lanzado, por ejemplo, su portavoz parlamentario, Antonio Hernando, que ha dejado claro que todos los socialistas siguen unidos en el no a Rajoy y que el partido no va a cambiar su postura de cara la investidura.

«Que el PP pierda la esperanza de quebrar a los dirigentes del PSOE», proclamaba Hernando el pasado viernes, tras escuchar los mensajes de Zapatero o Guerra y también de algunos dirigentes del PP que pedían a los «barones» socialistas que dijeran en público lo que comentan en privado.

Acoso político al PSOE que, todo indica, continuará la próxima semana, en la que está previsto un nuevo encuentro entre Mariano Rajoy y Albert Rivera para profundizar en la negociación de los asuntos más urgentes, como la aprobación del techo de gasto o los presupuestos. Nuevos contactos que se afrontan en un clima de «prudencia», después del moderado optimismo que levantó el primer encuentro del pasado miércoles.

Y es que, pese a la vía de «comunicación permanente» que abrieron Rajoy y Rivera y que supuso un «primer paso» en la larga «caminata» hacia la investidura -en palabras del líder del PP-, Ciudadanos se ha encargado después de enfriar las expectativas.

Los de Rivera han dejado claro que no negociarán «contenidos» de Gobierno a cambio de pasar de la abstención técnica a un sí al candidato del PP en una investidura para la que, días después del encargo del Rey, todavía no hay fecha.

El Gobierno insiste en que lo importante no es la fecha de ese debate de investidura, sino que se acuda con la garantía de que la investidura saldrá adelante y de que el Gobierno podrá aprobar las medidas que hay sobre la mesa.

Los populares verían con buenos ojos que la investidura pudiera celebrarse en la última semana de agosto o, a más tardar, la primera de septiembre, aunque esta segunda opción presenta dificultades de agenda para el presidente del Gobierno en funciones.

En esos días, Rajoy debería viajar a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G20 que se celebra en China, aunque podría excusar su presencia.

No obstante, el principal problema para esas fechas es que, si Rajoy no consiguiera su objetivo y nadie lograra los apoyos necesarios en los dos meses siguientes, las nuevas elecciones se tendrían que celebrar el 25 de diciembre, día de Navidad.

Casi peor sería retrasar la investidura una semana más, lo que llevaría unas hipotéticas terceras elecciones al día de Año Nuevo.