El asesino confeso de la profesora Laura Luelmo, Bernardo Montoya.

TW
13

Estos últimos días, se ha conocido el perfil delictivo del asesino confeso de la joven profesora Laura Luelmo y, entre otras cuestiones, son muchos los que se han preguntado si su reinserción social era posible.

Los expertos aclaran desde un primer momento que los programas de reinserción social que se llevan a cabo en las cárceles españolas son voluntarios. Teniendo en cuenta esta premisa, y atiendo al perfil de Montoya, valoran que el asesino confeso de Laura Luelmo «sabe discernir entre lo bueno y lo malo. No es un enfermo, simplemente las normas no van con él». Y así se sostiene en su expediente:

Bernardo Montoya llevaba dos meses en libertad tras salir de prisión en octubre una vez que cumplió una condena de dos años y diez meses por dos robos con violencia contra mujeres ocurridos en 2015.

Previamente, cumplió otra condena de 17 años y nueve meses, en esta ocasión por el asesinato, obstrucción a la justicia y allanamiento de la vivienda de una anciana de 82 años en Cortegana, a unos 50 kilómetros de El Campillo.

Noticias relacionadas

Durante su primera condena, confirmada por la Audiencia Provincial de Huelva en 1997, Bernardo aprovechó un permiso penitenciario concedido en 2008 para tratar de agredir a una joven de 27 años que paseaba por un parque de El Campillo, hiriendo al perro de la muchacha de una puñalada. Fue condenado por amenazas por el Juzgado Penal número 3 de Huelva a un año y seis meses.

La reinserción es posible

Los psicólogos que trabajan con presos creen en la reinserción, evidentemente, aunque reconocen que hay «perfiles que son más resistentes al cambio. Hay gente que busca cambiar, que pide ayuda y la reinserción es una herramienta más. Pero no es un lavado de cerebro y garantiza un cambio», apuntan.

En este sentido, los psicólogos reconocen que hay un porcentaje, «aunque muy pequeño», de la población penitenciaria que «es incompatible para vivir en sociedad. Lo sabemos, pero las leyes son las que son».

Bernardo Montoya, subrayan, parece ser uno de esos casos.