Vista de las calles del centro de Madrid donde se ha restringido la circulación y se han reforzado las medidas de seguridad. | Efe

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En la víspera del arranque de la cumbre de la OTAN que se celebra en Madrid a partir del miércoles, la vida cotidiana de la ciudad se ha visto transformada por la llegada de las delegaciones participantes en el encuentro, que ha provocado numerosas afecciones a la movilidad. En palabras del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, «lo peor» está por llegar a partir de esta misma tarde, pero en lo que va de martes las incidencias circulatorias ya han sido la tónica predominante en la capital. La recomendación para los ciudadanos es teletrabajar o, en su defecto, usar Metro y Cercanías, y en la hora punta de esta mañana se ha notado un descenso del 17,9 % de la circulación en la almendra central de Madrid y del 9,5 % en la M-30.

Las entradas y salidas a Madrid por la A-2, la M-11 y la M-40, en el tramo comprendido entre esas dos vías, son los enclaves más conflictivos y han estado cortados intermitentemente desde primera hora, mientras que otros puntos neurálgicos de la ciudad llevan todo el día sometidos a cierres puntuales, en función del convoy de turno que venga o vaya. Esta situación se deja notar especialmente en plaza de Castilla, por donde pasan en su mayoría las delegaciones que vienen del aeropuerto y se dirigen a sus hoteles del paseo de la Castellana. Y es también el caso de la Gran Vía, donde agentes de movilidad explican que los cierres son esporádicos y no largos.

Varios hoteleros de la zona aseguran que el turismo corriente no se ha resentido en estos días. Hablando de empresarios, los que sí van a verse afectados por la cumbre son los hosteleros de la plaza Mayor, que esta tarde tendrán que retirar sus terrazas por «motivos de seguridad». Se trata de un enclave próximo al Palacio Real, donde esta noche el rey Felipe VI ofrece una cena de gala a los participantes en la cumbre, y al Ministerio de Asuntos Exteriores, que albergará otra cena con los ministros del ramo.

La retirada de terrazas viene ordenada por el Ministerio del Interior y los hosteleros la asumen «con resignación». «Obviamente va a ser una pérdida de ventas (...) pero sabemos que es un tema de razones de Estado y de seguridad», declara a Efe el presidente de Hostelería Madrid, José Antonio Aparicio. Aparicio señala que el impacto global de la cumbre en su sector será positivo, pues la hostelería madrileña prevé unos ingresos de medio millón por el efecto de la cumbre, aunque se concentrarán en hoteles y restaurantes «de alto nivel» y no se pueden desdeñar los problemas que ya está causando en cuanto a dificultades logísticas.

Absolutamente blindado está el recinto ferial de Ifema, donde están cerrados tanto la estación de Metro (Feria de Madrid) como la mayoría de accesos, y sólo puede entrar el personal acreditado. Así las cosas, la estación de Metro de Mar de Cristal se ha convertido en la 'lanzadera' para llegar al recinto ferial, por lo que ha reforzado notablemente el personal de información: normalmente hay sólo una persona, pero pasarán a ser hasta seis para poder atender las dudas de los pasajeros. En cualquier caso, los propios empleados señalan a Efe que hoy se ha visto «menos afluencia de la esperada», pues ha acudido poca gente más allá de los periodistas y trabajadores que han ido a acreditarse al instituto García Márquez, de donde salen los autobuses con destino Ifema.

En medio de este Madrid convulsionado encontramos una paradoja en Chueca, pues en circunstancias normales estaría ya atestada de gente por la celebración del Orgullo, pero ha sido retrasada unos días para no coincidir con la cumbre atlántica. Es por ello que, en el barrio insignia del movimiento LGTBI en Madrid, no hay una actividad febril lejana a la normalidad, sino más bien lo contrario. Según han comentado a Efe regentes de restaurantes, hoteles y comercios, hasta la semana que viene será difícil decir si el cambio de fechas ha causado una afluencia de visitantes menor a la habitual. Y en el 'kilómetro cero' de la Puerta del Sol hay bullicio, cómo no, pero tampoco nada fuera de lo común. La plaza está levantada en buena parte por las obras que, en unos meses, culminarán su proceso de peatonalización, así que los temas de tráfico ya no van con ella.