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En la subcordillera del Panmah Muztagh, en la parte central de la cordillera del Karakorum, se encuentran algunas de las montañas escarpadas más impresionantes y técnicamente más difíciles del mundo. En esta zona de Paquistán, cerca del famoso Grupo Ogre está el Grupo Latok, ambos con varios picos que en conjunto dan una imagen de majestuosidad y belleza, y que a simple vista dejan un claro mensaje para el forastero, hay peligro y las leyes de la naturaleza pueden burlarse fácilmente de los intrépidos escaladores. No cualquier alpinista se atreve a ir allí.

El Grupo Latok cuenta con cuatro picos principales, enumerados de I a IV. Latok I y II superan los 7.000 metros, mientras que los otros dos (III y IV), no menos exigentes y difíciles de escalar, son 'seismiles' altos. Latok II fue el primero en ser ascendido, en 1977, por un grupo italiano. Latok I y Latok III fueron escalados por primera vez en 1979 por dos expediciones japonesas diferentes, en 1979. En 1976 una expedición también japonesa había intentado escalar el Latok IV pero no pudieron alcanzar la cima entonces y, además, uno de los miembros de la expedición perdió la vida en el intento.

Los hechos que vamos a relatar ocurrieron en el Latok IV de 6.456 metros, en el verano de 1980.

Ataque a la cima

El 4 de julio de 1980, un pequeño grupo de alpinistas japoneses llegó al campamento base situado a 4.600 metros en el Glaciar Baintha Lukpar. Los alpinistas tenían la intención de llevar a cabo la primera ascensión de Latok IV, en estilo alpino, por la cara suroeste de la montaña. El primer intento falló cuando el 10 de julio dos miembros del equipo de cinco alpinistas, Hisashi Handa y Motomu Omiya, tuvieron que darse la vuelta a 45 metros debajo de la cima. Pero los japoneses no se rindieron. Tras unos días de descanso en el campamento base, el 15 de julio, Handa, Omiya y un tercer miembro, Koji Okano, partieron de nuevo hacia arriba. Handa decidió abortar el ataque a la cima, pero Omiya y Okano siguieron.

Finalmente, el 18 de julio de 1980, a las 8.45 de la mañana, Omiya y Okano consiguieron hacer cumbre tras tres días de escalada muy difícil y peligrosa. Antes de inicar el descenso, Omiya escaló la cima sur también, ligeramente más baja que la cumbre principal, la del norte. Los dos escaladores estaban agotados y sabían que ya era hora de emprender el descenso para llegar al campamento base lo antes posible ante la inminente llegada del mal tiempo.

Sin embargo, el ritmo del descenso pronto se ralentizó. Omiya y Okano estaban a 5.800 metros cuando se puso a nevar fuertemente. Ante la imposibilidad de seguir del tirón hasta el campamento base, los dos japoneses decidieron parar en ese punto y cavar un agujero en la nieve para poder protegerse y hacer un vivac allí.

Todo en cuestión de segundos

Omiya y Okano no sabían que donde estaban cavando el agujero, realmente estaban sobre un puente de nieve de tan sólo 50 centímetros de grosor y que debajo de esa manta fina había una grieta de 40 metros de profundidad. De repente, ambos alpinistas cayeron a la grieta.

Milagrosamente no murieron en la caída pero sufrieron diferentes heridas. Omiya perdió la consciencia durante las siguientes 24 horas, tenía la pierna rota y varias costillas también. Okano estaba consciente, pero también con varias costillas rotas. Así se quedaron los dos atrapados en el fondo de la grieta, heridos y totalmente incomunicados con el resto del equipo.

Un día después del accidente Omiya despertó y vio sangre por todas partes. Tenía el hueso de la tibia apuntando hacia fuera. A su lado, Okano malherido también. Omiya decidió intentar escapar de la grieta y empezó a cavar en horizontal para poder llegar a la superficie de la ladera empinada. Durante tres días, en medio de unos dolores insoportables consiguió salir de la grieta después de abrir un pequeño túnel de 3,5 metros de longitud en horizontal.

Okano se quedó donde estaba, en el fondo de la grieta, sin poder moverse. Omiya, después de salir de la grieta se dio cuenta de que encima perdió uno de los crampones, y con la otra pierna rota más las costillas molidas su descenso se complicaría. Tuvo que dormir en la intemperie sin saco de dormir y sin comida. Lo único que le dio fuerzas para seguir hacia abajo fue pensar en el legendario alpinista británico Doug Scott, quien junto a su compañero Chris Bonington un par de años antes había podido escapar de la boca de la muerte auto-rescatándose tras un accidente sufrido en la montaña cercana, El Ogre.

Omiya a duras penas seguía hacia abajo sin ninguna cuerda que le ayudara en el descenso. Desde lejos pudo ver que uno de sus compañeros del campo dos estaba fuera de la tienda. Incapaz de gritarle por el dolor, Omiya empezó a hacer señales moviendo los brazos para indicar una situación de emergencia. Pero el otro japonés no interpretó bien a Omiya y pensó que 'qué bien, ya están descendiendo los dos de la cumbre'. Se metió en su tienda para preprar té para dar la bienvenida a Omiya y Okano. Cuando pasaron varias horas y esos dos no aparecieron, es cuando la gente del campo dos entendió que había pasado un accidente allá arriba.

Coincidencias de la vida

Mientras tanto, a unos nueve kilómetros de los japoneses había un grupo británico que estaba explorando la zona del Glaciar Biafo buscando una ruta posible para intentar hacer la primera ascensión de otro pico virgen, el Uzum Brakk de 6.422 metros, en estilo alpino.

Este pequeño equipo fue muy peculiar y consistía de tres alpinistas: Cairns Dickson, líder del equipo, quien era un botánico convertido en profesor que nunca se quitó la corbata, ni en el Karakorum! El segundo miembro del grupo era un médico llamado Will Tapsfield, y el tercero Victor Saunders, un tipo muy original y un gran alpinista, originalmente arquitecto de profesión convertido en escalador. Además, Saunders fue el único de su grupo que tenía permiso de escalada para el Uzum Brakk.

Los japoneses tenían un enlace militar paquistaní que se llamaba Capitán Kayani. Kayani sabía de la existencia de los ingleses y decidió acercarse a ellos a toda velocidad para pedir ayuda. Es surrealista, pero los ingleses tenían también un enlace oficial propio allí en el glaciar que se llamaba igual que el otro, otro Capitán Kayani. Los dos Kayani se pusieron a gritar a Saunders, Tapsfield y Dickson "grieeeetaaaa, accidenteeeee!!!!" Los tres ingleses no dudaron ni un segundo y decidieron renunciar a su propio plan original para ayudar en el rescate.

El rescate

En primer lugar los japoneses se pusieron a bajar a Omiya quien ya estaba totalmente agotado y no podía seguir con el descenso con sus propios pies. Los tres ingleses veían que los otros traían hacia ellos un cuerpo inmóvil. Estaban seguros de que esa persona estaba muerta. Pero cuando los otros llegaron con el cuerpo del japonés donde Saunders y compañeros, de repente el torso de Omiya se levantó en posición sentada y dijo educadamente con un inglés extraño: "Jellou, qué taall?".

Los ingleses alucinaban. Más aún cuando Omiya, a pesar de estar malherido, empezó a dar instrucciones a todos los de su propio equipo, explicando detalladamente también a los tres ingleses dónde estaba la grieta donde seguía su compañero Okano. Saunders, Tapsfield y Dickson ascendieron y consiguieron encontrar la grieta.

Primero empezaron a gritar hacia el interior del profundo agujero, pero no recibieron ninguna respuesta. Se temía lo peor en relación a Okano. Los ingleses decidieron ayudar a Saunders para bajarse al fondo de la grieta. A Saunders la grieta por dentro le pareció un templo gótico. Viendo sangre por todas partes encontró a Okano medio consciente. Se asomó sobre Okano y le dijo en japonés lo único que sabía decir en ese idioma: "Hola Señor Okano, estás bien?". Okano, al abrir los ojos y al ver a un desconocido hablándole en japonés pensaba que estaba en el ultramundo y que Saunders era un fantasma. Unos minutos más tarde Okano se dio cuenta de que esa gente vino a rescatarlo.

Esta situación surrealista estaba teñida de la máxima cortesía entre japoneses e ingleses. Manos a la obra, a duras penas y pasando por momentos realmente al límite bajaron a Okano, quien no paraba de gritar de dolor y lo único inteligible que decía en inglés todo el rato, fue "I understand" ("Entiendo").

Finalmente consiguieron salvar a Okano, que junto a Omiya fue trasladado en helióptero al hospital más cercano y luego ambos japoneses se recuperaron de sus heridas. Al cabo de unos meses, el médico del equipo japonés fue a Inglaterra a visitar a Saunders y sus dos compañeros, con un regalo de parte de Omiya y Okano en agradecimiento por el rescate arriesgado.

Fue cuando los ingleses se enteraron de que el pobre Okano, con el que casi no podían establecer ninguna conversación durante el rescate, sólo sabía decir en inglés "entiendo", sin entender realmente nada en inglés.