Tanto el estilo portugués como el ‘old Money’ se ven con fuerza en las calles de la mano de las principales ‘influencers’. | Ultima Hora

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La moda ha ejercido un poderoso papel comunicativo a lo largo de la historia, experimentando transformaciones significativas y expresión a lo largo del tiempo. En la actualidad, la moda trasciende su función meramente estética, abarcando no solo la indumentaria y los accesorios que utilizamos, sino también la forma en que nos proyectamos ante el mundo, cómo nos identificamos y cómo nos relacionamos con nuestra cultura y entorno. De hecho, la moda se ha convertido en una poderosa herramienta de expresión de la identidad personal y la adhesión a un grupo o subcultura.

Empleamos nuestra elección de ropa y estilo para comunicar quiénes somos y a qué comunidad pertenecemos. La moda es capaz de reflejar la profesión, el gusto, la personalidad y las creencias de un individuo, transformándose en un medio para transmitir mensajes sutiles o pronunciados sobre la identidad. Sin embargo, es importante destacar que la moda es efímera y constantemente cambia. Lo que es considerado ‘a la moda’ varía de una época y cultura a otra, y cada década tiene su estilo distintivo; además la moda es adaptable y responde a las tendencias sociales y culturales imperantes. Por ejemplo, la moda de la década de 1960 se vio profundamente influenciada por la revolución cultural, mientras que en la actualidad, la tecnología y la sostenibilidad están dejando su huella en las tendencias. La evolución en la industria de la moda también se refleja en su creciente enfoque en la inclusión y la diversidad. Marcas y diseñadores trabajan activamente para representar una gama más amplia de tipos de cuerpo y estilos de vida en sus campañas y pasarelas, lo que comunica un mensaje de igualdad y aceptación.

Es fundamental comprender la diferencia entre moda y tendencia, dos conceptos interrelacionados pero distintos en varios aspectos importantes. La moda es intrínsecamente cultural, ya que refleja los deseos y la esencia de una época, actuando como un espejo de los cambios sociales, económicos, culturales y políticos que la atraviesan. Por otro lado, la tendencia se refiere a la atracción o interés que experimentamos hacia una prenda específica. Cuando una moda se establece de manera sólida, surgen tendencias que la acompañan y la complementan. Para estas Navidades, en las que sacamos a relucir nuestros mejores atuendos, hay dos estilos, que a pesar de ser totalmente opuestos, llenarán las calles durante estas fiestas.

Old Money

Uno de los fenómenos más notorios en los últimos tiempos es la estética conocida como Old Money, que ha ganado una fuerza considerable desde el año pasado. Esta tendencia es una evolución del estilo preppy y el minimalismo, destacando por la combinación de colores neutros y una apreciación por la simplicidad en la confección de prendas de vestir. La Universidad de Cambridge fue una de las primeras instituciones en definir el término Old Money como «aquel que abraza o defiende las personas acaudaladas cuyas familias han disfrutado de riqueza durante generaciones». En resumen, se trata del modo de vestir de los hijos de familias adineradas durante sus años universitarios en Inglaterra o Estados Unidos, dedicando su tiempo libre a actividades como el golf, la equitación o la navegación en sus propios yates. Aunque parezca un cliché, esta descripción es sorprendentemente precisa. Entre las prendas más icónicas del estilo Old Money se encuentran los polos, jerséis de cashmere, mocasines, faldas tableadas, camisas de lino y accesorios con perlas, entre otros.

A pesar de la variedad de opciones, todas comparten cinco características esenciales: calidad, simplicidad, clasicismo, neutralidad y atemporalidad. Una de las principales reglas no escritas del estilo Old Money es la inversión en prendas de alta calidad, diseñadas para perdurar más allá de una sola temporada. Las claves para lucir este estilo se basan en líneas simples con cortes rectos y simétricos, longitudes midi y escotes redondos. El estampado predominante, y prácticamente el único en esta estética, son las rayas marineras. La paleta de colores se inclina hacia los tonos neutros, como el beige, los marrones y el blanco.

Contraposición

Cada país tiene su estilo distintivo, y algunos estereotipos estilísticos son ampliamente aceptados en todo el mundo. Las francesas se asocian a menudo con vaqueros perfectos, elegantes gabardinas, cómodas bailarinas y jerséis de rayas, una estética tan reconocible como admirada en las calles de París. Sin embargo, el estilo deseado no se limita al francés. La estética de las españolas, que combina elementos preppy y boho, ha captado la atención de la comunidad de TikTok. Asimismo, la elegante y sensual moda italiana, reminiscente de la Dolce Vita, y el estilo audaz de las ‘milipilis’ argentinas merecen mención. Pero si tuviéramos que destacar una revolución reciente, no podríamos pasar por alto el guardarropa de las escandinavas, especialmente las danesas. Su estilo lleno de colores y arriesgadas combinaciones de estampados ha marcado la moda en Copenhague y ha influido en la moda de calle.

No obstante, existe un nuevo país que merece la atención cuando se trata de estilo, siguiendo la tendencia de moda repleta de creatividad y combinaciones audaces tan característica de las nórdicas: Portugal. El país vecino ha originado una nueva ola de estilo que se caracteriza por lucir outfits divertidos. Este estilo se contrapone totalmente al Old Money, ya que no teme a la timidez ni al riesgo, apostando por colores llamativos, combinaciones inusuales y mezclas que no pasan desapercibidas. Las premisas para lucir como las influencers portuguesas se centran en mezclar estampados grandes con estampados pequeños. Ya sean cuadros, flores, rayas. Todo vale. Los complementos y accesorios juegan un papel importante, las gafas de sol suelen ser grandes y muy coloridas y también usan complementos en el pelo. En cuanto al calzado, las protagonistas son las bailarinas, aunque también triunfan las zapatillas, los mocasines y los zuecos. Y el toque final lo aporta un bolso de color vivo, en tonos pasteles o incluso metalizado.