Imagen de un gato. | Redacción Ibiza

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Para muchas personas su mascota es uno de los principales focos de amor y preocupación diarios. Una noticia científica ha causado una honda impresión en aquellos que tienen por compañeros de vida a los gatos. No en vano un nuevo estudio sugiere que tener un felino como mascota podría potencialmente doblar el riesgo de que una persona sufra trastornos relacionados con la esquizofrenia. Según informan distintos medios de comunicación de ámbito nacional, los diversos análisis han sido realizados por un grupo de investigadores del Centro de Investigación de Salud Mental de Queensland (Australia), quienes han revisado casi una veintena de estudios publicados sobre esta materia durante las últimas décadas. Las conclusiones han aparecido en una publicación especializada en Schizophrenia Bulletin.

Según este trabajo científico, la clave radica en la posible relación entre la exposición al protozoo parásito Toxoplasma gondii y su afección en trastornos mentales como la esquizofrenia. En este sentido, algunos de los propietarios de gatos pueden tener un mayor riesgo de este tipo de problemas de salud mental, ya que estos animales de compañía pueden ser portadores del mencionado parásito intracelular.

Parte de las investigaciones anteriores habían barajado la posibilidad de que una persona que durante su infancia ha convivido con gatos puede ser más propensa a desarrollar esquizofrenia; sin embargo, no todos los estudios señalaban dicha asociación. Según los expertos, el parásito Toxoplasma gondii es mayormente inofensivo, y suele contagiarse a través de carne poco cocida o agua contaminada. La mordedura o las heces de un gato también lo pueden transmitir. Se estima que alrededor de 40 millones de personas en Estados Unidos pueden estar infectadas, generalmente de forma asintomática.

Una vez en el interior del huésped, en este caso el dueño del gato doméstico, este parásito puede infiltrarse en el sistema nervioso central e influir en los neurotransmisores, llegando a causar efectos en la personalidad o la aparición de síntomas psicóticos y algunos trastornos neurológicos. Sin embargo, un vínculo no prueba que cause estos cambios o que haya sido transmitido a un humano a través de un gato, y parte de los investigadores sugieren que debería revisarse toda la investigación precedente al respecto.