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Las que la conocen desde hace años han sido testigos de cómo Crisolita Santos, de 54 años, ha ido cambiando su forma de caminar, de hablar y hasta de mirar. En las dos últimas décadas esta caboverdiana se ha dedicado a limpiar habitaciones, levantar pesados colchones y poner sábanas. Es una camarera de piso, una "kelly", y su cuerpo, que ahora se mantiene rígido, sin poder reclinarse a riesgo de sufrir un mareo, con cuatro hernias y una cirugía mal curada en el hombro, es el mayor testigo de todos estos años de duro trabajo.

"Yo era una persona viva, como decían las chicas que trabajaban conmigo, me iba a comer el hotel, y fijaos por donde que el hotel me ha comido a mí", declara Santos, que actualmente está de baja desde el pasado mes de septiembre por una dolencia en las cervicales y está a la espera de un análisis de la Seguridad Social que determine si recibe una pensión por incapacidad que le permita dejar de trabajar. "Yo he dejado mi vida en ese trabajo, lo poco que estoy pidiendo es que nos den un jubilación antes de que vaya a morir".

Las Kellys, una agrupación nacional de camareras de piso que toma su nombre del apócope de "las que limpian", ha reivindicado desde la semana pasada que estas trabajadoras -la práctica totalidad son mujeres- puedan optar a una prejubilación a los 58 años. Argumentan que apenas un 5% llegan a jubilarse achacadas por enfermedades, casi nunca reconocidas como profesionales, que las llevan a acabar recibiendo una incapacidad que suele conllevar una pensión menor a la jubilación y cuyo proceso de concesión genera estrés y ansiedad en las potenciales pensionistas.

Esta petición de Las Kellys llegó después de que se conociera que el Gobierno, los sindicatos mayoritarios (CCOO y UGT) y la patronal CEOE negocian un nuevo sistema para designar qué colectivos laborales pueden acceder a las jubilaciones anticipadas sin penalización en la pensión. Entre los criterios para decidirlo se habla del número de enfermedades profesionales o con las tasas de siniestralidad, medidores que podrían volver a dejar fuera a este colectivo compuesto en gran medida por mujeres extranjeras rara vez afiliadas a sindicatos.

"Nos sentimos personas de segunda un poco desplazadas, abandonadas, ninguneadas directamente", se lamenta, sentada en una cafetería junto a Crisolita, Anna Latka, también camarera de piso y portavoz de Las Kellys Madrid, la sucursal en la capital de la asociación que hizo público un comunicado la semana pasada reclamando su derecho a la prejubilación. "Queremos que nos vean, que nos reconozcan. Y que tengan en cuenta el trabajo y el esfuerzo que hacemos".

"Cada vez más dolor"

Crosolita Santos llegó a España cuando tenía 19 años. Trabajó como empleada del hogar hasta que, con 34 años, le contrató un hotel como camarera de piso. En 2017, con 47 años, le operaron por una lesión del manguito rotador del hombro, una típica lesión entre las camareras de piso, que no salió bien y, en sus palabras, la dejó "hecha un Cristo".

Desde esa fecha, las dolencias han ido multiplicándose por distintas partes del cuerpo. "Tengo dolores crónicos y tomo cuatro pastillas diarias y ahí voy: trabajo. me dan de baja unos meses y me vuelven a mandar al trabajo, pastilla, pastilla, más pastilla, rehabilitación, pastilla, más pastilla, rehabilitación… nunca va mejor, voy a peor, con cada vez más dolor".

Cada mañana, cuando se despierta, su marido se ha ido a trabajar y su hija pequeña, la última de los cuatro vástagos que sigue bajo su techo, se ha marchado al instituto. Al abrir los ojos se queda en la cama tumbada, mirando al techo, durante 10 minutos. Son las indicaciones que le ha dado su médico para poder levantarse sin riesgo de sufrir un mareo.

El resto del día, lo pasa sentada, sin poder agacharse o mirar hacia abajo. Y está siempre sola. "Varias veces me he mareado al subir las escaleras y me han tenido que ayudar los vecinos, así que paso más tiempo en casa que en la calle". Por la noche, su marido se va a dormir y ella se queda en el sofá hasta que las pastillas le hacen efecto para poder conciliar el sueño.

La de Santos es, según asegura, una situación habitual entre sus compañeras de trabajo. De las cinco que componían la plantilla de su hotel hace unos meses, una ya recibe la pensión y otra está de baja a la espera de la declaración de incapacidad. Otra, con una hernia en la espalda, sigue trabajando tomando analgésicos para el dolor.

"La gente no es consciente de que es un trabajo muy físico, solamente entran en un hotel y ven la habitación bonita"

"La gente no es consciente de que es un trabajo muy físico, solamente entran en un hotel y ven la habitación bonita, una cama preciosa, todo limpito, pero hay que hacer mucho esfuerzo, hay que meter el duvet en la funda, que es lo que fastidia el manguito rotador, hay muchos hoteles que tienen las camas muy bajitas, tienes que agacharte, levantar el colchón…", explica Latka, portavoz de Las Kellys. "Yo conozco una camarera de piso que se ha jubilado con su edad, ¡una!".

Negociación abierta sobre la prejubilación

Desde 2011, cuando se fijó la edad de jubilación en 67 años -que se están aplicando paulatinamente hasta 2027-, la ley de Seguridad Social reconoce a ocho colectivos laborales la posibilidad de jubilarse antes que el resto de los trabajadores manteniendo su pensión íntegra: mineros, personal de vuelo de trabajadores aéreos; trabajadores ferroviarios; artistas; profesionales taurinos; bomberos y policías.

Lo que el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, dirigido por la socialista Elma Saiz, está negociando en las últimas semanas con la patronal y los sindicatos es cómo se determinarán los nuevos colectivos que podrán prejubilarse sin penalización, igual que los ya mencionados.

Las negociaciones están abiertas y, por tanto, ni el Ministerio ni los sindicatos se atreven a decir si las camareras de piso podrían acabar o no viéndose beneficiadas por la medida. Fuentes de Seguridad Social señalan que los criterios que se tendrán en cuenta para esta actualización del reglamento serán tales como "la incidencia, persistencia y duración de los procesos de baja laboral, así como las incapacidades permanentes o fallecimientos que se puedan causar".

El sindicato UGT, por su parte, considera que estos indicadores están centrados en la peligrosidad y toxicidad, lo que dejaría fuera a profesiones muy feminizadas sin estas características como los cuidados o las propias camareras de piso.

"El trabajo de las camareras de piso ni es tóxico ni es peligroso, pero el ejercicio y la carga reiterativos sí que producen un desgaste físico que es asimilable a la peligrosidad o la toxicidad"

"El trabajo de las camareras de piso ni es tóxico ni es peligroso, pero el ejercicio y la carga reiterativos sí que producen un desgaste físico que es asimilable a la peligrosidad o la toxicidad", argumenta Cristina Estévez, responsable de Seguridad Social de UGT. "Ya hay jurisprudencia y hay estudios del Instituto de Seguridad y Salud en el Trabajo que abogan porque existen indicadores objetivos de penosidad y nosotros nos hemos negado a avanzar si eso no se reconoce, no vamos a firmar, porque si firmamos solo indicadores de peligrosidad y toxicidad, quedarían fuera todas las profesiones feminizadas".

Por otro lado, las federaciones sectoriales de hostelería y turismo tanto de UGT y como de CCOO se reunieron este martes con las patronales del turismo precisamente para impulsar la jubilación anticipada de las camareras de piso.

Crisolita Santos no puede plantearse volver a trabajar, pero su situación actual es también insostenible. Lleva sin poder viajar a su país a visitar a su madre desde 2022 por llevar desde entonces encadenando bajar que no le permiten viajar al extranjero. La espera de la incapacidad, además, le está afectando anímicamente lo que también están sufriendo, según lamenta, los miembros de su familia.

"Somos un montón de compañeras a las que no nos dan la incapacidad permanente", declara la kelly. "Solo pedimos que, lo que nos quede de vida podamos vivir un poco dignamente, solamente eso".

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