Soler, en el exterior del Claustre de Santo Domingo de Inca, tras la entrevista.

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Cristòfol Soler (Inca, 1956) fue el conseller d’Economia i Hisenda del primer Govern de les Illes Balears durante el mandato de Gabriel Cañellas. Fue el encargado de negociar las transferencias autonómicas. Fue presidente del Parlament de Balears (1991-1995) y el segundo presidente de Balears entre agosto de 1995 y junio de 1996. Durante el mandato de José Ramón Bauzá se dio de baja del Partido Popular. Desde 2015 y hasta 2018 ejerció de presidente de l’Assemblea Sobiranista de Mallorca.

¿Cómo fueron aquellos días en los que entró en vigor el Estatut de Autonomía? ¿Había ilusión entre los ciudadanos?
Existía un claro sentimiento en favor de la autonomía. Yo justo había acabado mis estudios. Posteriormente, fui el diputado autonómico más joven. Acababa de casarme y trabajaba en la empresa familiar. Entré en la política en 1982, tras el desastre electoral de UCD. Había estuviado Empresariales en Alicante con los Jesuitas y después, mientras trabajaba, estudié Derecho en Palma. En Alicante había militado en la Democracia Cristiana, que posteriormente entró a formar parte en UCD. Al volver a Mallorca trasladaron mi ficha de UCD Alicante a UCD Inca. Tuve la oportunidad de entrar en Unió Mallorquina, puesto que Pere Morey me invitó a la nueva formación. Los antiguos militantes de la Democracia de Mallorca decidimos entrar en el Partido Demócrata Popular (PDP), que lideraba Oscar Alzaga. Yo había asistido en Campanet a una reunión de Unió Mallorquina, pero no me convencieron. La ideología, en aquellos momentos, tenía gran importancia.

Y se convirtió en el rostro visible del PDP.
Como era el más joven me propusieron ser el presidente de la gestora. Fuimos a las elecciones en coalición con la Unión Liberal de José Antonio Segurado y con la Alianza Popular de Manuel Fraga. El PDP consiguió dos diputados en Mallorca -Miquel Fiol y yo mismo- y otro en Eivissa, Josep Tur, que entró en sustitución de un compañero a mitad de legislatura. Tras las elecciones, gracias a un pacto con UM, conseguimos el Govern y Gabriel Cañellas se convirtió en presidente.

¿Cómo eran sus relaciones personales con Gabriel Cañellas?
Teníamos una buena relación personal. Desde el PDP de Madrid me dijeron que iríamos en coalición y los lugares de la lista que nos correspondían. Me dijeron que debía hablar con Gabriel Cañellas. Y así lo conocí, en la sede de Alianza Popular en la plaza de Cort.

Y ganaron las elecciones.
Por muy pocos votos, pero ganamos. Teníamos los mismos diputados que el PSOE.

Unió Mallorquina se decidió por Coalición Popular tras una reunión entre Gabriel Cañellas y Jeroni Albertí en el despacho de Carlos March en Madrid.
Era un pacto de legislatura que otorgaba el Consell a Unió Mallorquina a cambio de que diera su apoyo al Govern. Se reservaba, eso sí, la posibilidad de disentir con el Govern en el tema lingüístico y en las políticas medioambientales.

¿Cómo se constituyó el Govern?
Lo cierto es que éramos pocos. Hubiera podido ir también a Comerç i Industria, pero finalmente fui a Economia i Hisenda. Era el área que más me apetecía. Fue una decisión de Gabriel Cañellas.

¿Cuál era la situación de la Conselleria?
Heredamos la pequeña estructura que tenía el Consell General Interinsular. Estábamos delante del Parlament, en la planta baja del local en el que ahora se encuentra la Conselleria d’Hisenda i Relacions Exteriors. El primer piso era Obres Públiques. La intervención ya estaba montada. No había funcionariado propio, sino que el Govern tenía el de la Diputación.

¿Cuál era la principal tarea de vuestra Conselleria?
El gran reto fue negociar las transferencias con Madrid. Era lo más importante y la tarea de mayor trascendencia para el futuro. Había competencias que había asumido provisionalmente el Consell General Interinsular, pero debían renegociarse. Y debían negociarse también otras competencias de las que ni se había hablado porque el Estatut no estaba aprobado. Debía resolverse aún cómo quedarían los Consells Insulars. El primer Govern recibía, como también lo había hecho el Consell General, los recursos de los consells insulars, que les eran transferidos. Había un acuerdo que suponía que Mallorca se quedaba el 79%, el 10,5% para Menorca y el mismo porcentaje para Eivissa y Formentera.

¿Cómo eran las negociaciones para las transferencias?
Se había pactado en un acuerdo entre las dos principales fuerzas políticas por el que la Comunitat recibiría el denominado coste efectivo. El capítulo 1 de gastos de personal y el capítulo 2 de gastos de mantenimiento se transferían íntegramente. Había funcionarios que no querían ser transferidos a la Comunitat y que solicitaban un cambio, optando a otras plazas. De inversión, solo se transfería la de reposición, la que era para mantener la ya realizada. La nueva inversión quedó pendiente en Balears, y en todas las comunidades autónomas, de un sistema de financiación autonómico. El sistema, visto con perspectiva, era bueno o malo en función de cómo sería la financiación autonómica. En la primera legislatura acabamos, entre otras, la transferencia de Carreteras.

Todavía hoy hay competencias no transferidas.
En algunos casos porque no han interesado. La administración de Justicia, por ejemplo, continúa sin transferirse, puesto que la situación es muy precaria.

¿Existía entonces el sentimiento balear?
El Estatut nace porque el 99% de las competencias que asume la Comunitat son transferibles a los consells insulars. Al menos, la potestad de ejecución. Además, los menorquines prácticamente impusieron la denominada cláusula de cautera en la aprobación de los presupuestos de la Comunitat. Suponía que los debían votar, como mínimo, la mayoría de dos islas. Hoy, ya no está en vigor. Hay que tener en cuenta que veníamos de una situación en la que la Diputación Provincial había hecho mucho daño. Había sido una Diputación esencialmente mallorquina, que invertía los recursos aquí. Así de claro. La Diputación, en lugar de unir, separó a las islas.

Una de las grandes dificultades para la aprobación del Estatut fue decidir el número de diputados que debía escoger cada isla.
Menorca y las Pitiüses lo que pretendían era que la suma de los diputados de Menorca y Eivissa-Formentera fuera equivalente a la de Mallorca. Era lo que ellos denominaban paridad. La cuestión no se resolvió en el Estatut, sino que quedó pendiente la elaboración de una ley en el Parlament, que se redactó y aprobó durante la primera legislatura. Se apostó por una proporcionalidad corregida. Es decir, que hubiera algunos diputados más de Mallorca que la suma de Menorca y las Pitiüses.

En 1983, ¿qué problemas había en Balears?
Los mismos de ahora. En aquellos momentos, el debate político giraba en torno al turismo. La izquierda, en aquellos momentos, era antiturística. Había mucho recelo. La derecha, e intento ser objetivo, no estaba concienciada en los temas medioambientales. Costó mucho avanzar en las políticas de protección del medio ambiente, que hay que reconocer que se llevaron a cabo, fundamentalmente, por la presión de Jeroni Albertí. En cambio, en el tema lingüístico no hubo ningún problema. La ley de Normalització Lingüística, por ejemplo, se aprobó por consenso.

Se trabajó mucho para estructurar Balears desde el punto de vista turístico.
Jaume Cladera era el conseller y estructuró el sector. En el primer Decreto Cladera, aprobado en 1984, se fijaba una ratio de 30 metros cuadrados por plazas, que en el segundo decreto Cladera, también aprobado en la primera legislatura, se ampliaba hasta los 60 metros cuadrados. Fue una gran apuesta por la calidad en las plazas de nueva creación. Se hizo una gran política turística.

Existe una tendencia proclive a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor...
El Govern funcionaba muy bien y se hablaba de todo, también de política. En aquellos momentos, participar en política estaba bien visto. Estar en política tenía cierto prestigio, mientras que hoy sucede justo lo contrario.

¿Qué ha pasado?
En todos los partidos políticos hay personas que siempre han trabajado en el ámbito político y no conocen otro mundo. Hay demasiados políticos que no conocen otra cosa. Es uno de los factores que ha contribuido al desprestigio de la política, entre otros muchos.

¿Estamos mejor ahora que en 1983?
No estoy seguro. En 1983 había gran inquietud por saber si la unión entre las islas iría en aumento. Nunca ha habido ningún conflicto en el Parlament por la preponderancia de una isla sobre otra. Desde mi punto de vista debería reforzarse el papel del Consell de Mallorca. No podemos olvidar que para Menorca, Eivissa y ahora también en Formentera, las elecciones más importantes son las del Consell. Tenemos un sistema de financiación que en cuarenta años nos ha provocados grandes perjuicios. Hace cuarenta años éramos la Comunitat con una mayor renta per cápita. Es evidente que existe un expolio fiscal. En aquellos momentos, la solidaridad se entendía como una generosidad que no debía durar toda la vida. Hemos sido ingenuos, puesto que, por ejemplo, no tenemos las llaves de la puerta de entrada.

El Govern podía crear nuevos impuestos.
El Estatut te dejaba crear nuevos impuestos, pero podía dejarlos sin efecto real.

Que el estado recauda y luego reparte, ya estaba decidido.
Es así. Podías tocar los tipos y poco más. En Balears, tenemos una carga impositiva alta. Y siempre ha sido así.

Los sectores productivos han cambiado mucho.
El sector industrial comenzaba a caer en aquellos momentos, pero aún tenía una gran importancia. Entrar en la Comunidad Económica Europea supuso grandes sacrificios. Ahora, somos una sociedad con una mayor dependencia del turismo. Además, en algunos momentos, la construcción incluso ha pasado por encima del sector turístico. Ahora, hay más conciencia, pero en ocasiones no ha sido así. La pandemia ha demostrado que no podemos ‘tenir tots els ous en el mateix paner’. En algunos momentos se ha idolatrado el sector turístico porque aguanta las crisis bien.