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La generación boomer tendrá un gran impacto en las cuentas públicas del estado del bienestar. Así los refleja el recién salido informe de la factoría de la AIREF, autoridad independiente creada por la Ley Orgánica 6/2013 de 14 de noviembre sobre estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera, titulado: «Opinión sobre la sostenibilidad de las Administraciones Públicas a largo plazo: la incidencia de la demografía», que plantea un escenario que abarca desde la actualidad hasta el año 2070, estableciendo un hito intermedio en 2050.

Es interesante observar la evolución en uno de los pilares en que se sustenta nuestro estado del bienestar, la sanidad. La esperanza de vida al nacer, según estas proyecciones, seguirá in crescendo, situándose en los 87 años en 2050 y los 89,1 años en 2070. Pero lo que sin duda tendrá mayor influencia en el gasto sanitario será la evolución de la esperanza de vida a los 65 años, que en los años 90 se situaba en torno a los 17 años y para 2070 se prevé que se incremente en casi un 53%, es decir, ascenderá hasta los 26 años. Los expertos estiman que aproximadamente el 60% del gasto sanitario realizado por un individuo a lo largo de su vida se produce a partir de los 65 años.

La previsión de la proyección del informe, como no, aumenta el gasto sanitario. Pasa del 7,4 % del PIB para el 2021 a un 8,4 % en los dos hitos, 2050 y 2070. En 2050 sufre una moderación motivada por el menor peso de la población envejecida sobre el total. Sin embargo, fruto precisamente del envejecimiento, el gasto en cuidados pasa del 0,8 % del PIB al 1,7 % en 2050 y se estima en un 2 % para el 2070, 2,5 veces superior al ejercicio 2021 y sin duda, el de mayor crecimiento dentro de los encuadrados en el grupo del bienestar.

Ante este escenario de futuro, otro informe de peso realizado por un organismo de reconocido prestigio revela la imperiosa necesidad de contar con una hoja de ruta que indique cómo debemos afrontar la situación que se nos plantea en el largo plazo. Mi preocupación inmediata es que los árboles no nos dejen ver el bosque, sobre todo por la situación actual a la que nos estamos enfrentando, de tantos aspectos y problemáticas acuciantes a resolver a corto plazo en nuestro sistema sanitario; influyendo éstas directamente en la calidad y resultado de salud. Preocupa la falta de predisposición al consenso político, un acuerdo que sería conveniente para un asunto de tanta trascendencia y, sobre todo preocupa que algunos desdeñen la participación de la sanidad privada. Bajo mi punto de vista, lo considero un error y creo que se debería contar con la potencialidad de un recurso que, desde la complementariedad, puede formar parte de la solución para enfrentarnos con garantías a este escenario.

Ahora que se acerca la renovación de nuestras instituciones, en breve las elecciones autonómicas y a final de año las estatales, debo reiterar la necesidad de un consenso político que aboque a un pacto por la sanidad con visión de largo alcance para acometer estos retos de futuro que nos esperan. Siempre, desde el sector sanitario privado, con una mano tendida para seguir formando parte, complementariamente, de la solución.