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Para muchos medios de comunicación y para amplios sectores de opinión pública, Mallorca es el ejemplo paradigmático del turismo masivo para las vacaciones de verano, un modelo turístico que necesitaría urgentemente un cambio. Esta imagen ha dominado a la de lugar de retiro, espiritual y físico, de ilustres personajes: George Sand y Chopin (mal recuerdo) Robert Graves, el Archiduque Luis Salvador y más recientemente, Michael Douglas y sus dos sucesivas esposas. Todos tienen en común haber escogido los pueblos de la Tramuntana, lejos del mundanal ruido.

Los veraneos de la familia real en las cercanías de Palma sí eran recogidos por la prensa europea, especialmente por los invitados que recibía. Cerca vivía Miró, siempre cómodo en su aislamiento.
Sin embargo, hace unos 15 años empezó una revolución, al principio silenciosa, que finalmente ha salido a la luz. Empezó con la gastronomía: cocineros de alto nivel abrieron locales hasta el punto de que 13 restaurantes tienen ya estrellas Michelin y continuó, tras la crisis de comienzos de siglo, con la renovación de hoteles icónicos, preferentemente en la zona de Palma y la llegada de alguna de las cadenas internacionales de gran prestigio. Casi toda la inversión se dirigía hacia las zonas turísticas tradicionales y sus áreas de influencia, aunque no necesariamente cerca del mar.

Al tiempo algunos que creían saber leer el futuro y conocían el pasado, ya estaban dirigiéndose, sin hacer demasiado ruido, de nuevo hacia la zona de la Tramuntana, desde Portals hasta Sóller, Deià y Valldemosa. Poco a poco iban abriendo hoteles pequeños y exquisitos en lugares apartados y en fincas de olivos y viñedos. También leyeron el futuro los ejecutivos de United, cuyo vuelo -de momento solo tres veces a la semana en verano- ha permitido traer nuevos clientes que pueden pagar los elevados precios de esos productos.

El Financial Times, el periódico de las elites, ha destacado el nuevo hotel de Richard Branson, un veterano de la isla: Son Bunyola, en Banyalbufar, y la apertura de Son Net en Puigpunyent, gestionado por Finca Cortesín, de gran prestigio entre los turistas pudientes, pero hay otros hoteles en los que pagar más de 400 euros por habitación parece normal.

Mallorca se ha convertido así en una «global destination»: ya vienen los grandes personajes que informan de sus experiencias a sus millones de seguidores en las redes sociales -Michelle Obama, Nicole Kidman- y los que se mueven por las aguas en sus mega yates: el presidente de Google Eric Schmidt, la popular presentadora de televisión Ophra Wintey, el magnate de los medios Barry Diller y su mujer Diane Von Fürstenberg, el emperador del mundo de la música David Geffen, con Bruce Springsteen y Jeff Bezos de Amazon.

La «otra Mallorca» ha levantado la cabeza, aunque disfrutarla sea caro. Antes venían muchos que no podían ir a otra parte, ahora vienen los que no quieren ir a otra parte.