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Que la inteligencia artificial ha llegado para convertirse en una nueva revolución industrial parece que ofrece pocas dudas, y por lo tanto la sociedad se debe adaptar e intentar beneficiarse de ella.
Independientemente de impactos negativos (que siempre han presentados las revoluciones industriales para algunas industrias, empresas y/o trabajadores) y de algunos frenos que se están solicitando en su evolución, las ventajas para las personas que se adapten a ella son significativas.

Cualquier persona puede intentar beneficiarse de la IA de dos formas: por una parte incorporándolo en su día a día, ya sea trabajo, deporte o, hasta, ocio. Por otra, de la que hablaremos aquí: invirtiendo en bolsa en empresas que trabajan y optimizan sus números gracias a este fenómeno.

Cuando hablamos de invertir en Inteligencia Artificial principalmente se vienen a la cabeza empresas tecnológicas, pero de diferente contenido. Los fabricantes de semiconductores están muy presentes, en especial gracias a NVIDIA y su crecimiento exponencial. A pesar de su importancia no es el único subsector directo, también hay que analizar otros: big data, nube, servidores, hardware, software, herramientas de aprendizaje o ciberseguridad son algunos de los ejemplos.

Pero la inversión en IA no se debería centrar solo en tecnología, hay muchas empresas que, sin ser puramente tecnológicas, se benefician de este movimiento como la banca (fintech), asesoramiento (wealthtech), consumo, formación, aeronáutica o tres tipologías que están reflejadas en el gráfico como la automoción (Tesla), la salud (Intuitive Surgical) o la agricultura, que tanto necesita optimizar costes (John Deere). Sin embargo no todo es bonito en la inversión en IA, los riesgos son elevados. El primero podría ser, precisamente, el del exceso de empresas en las que se puede invertir, si se acierta bien, pero alguna podría quedar por el camino. Aún «acertando», la volatilidad puede ser alta ante movimientos puntuales (o no tanto) como cambios regulatorios, presentación de resultados, entorno macroeconómico o evolución de la competencia.

Además, hay un riesgo de valoración: se justifican los precios al que cotizan algunas empresas, con el crecimiento que pueden tener sus beneficios gracias a la IA? Sin duda, es una de las cuestiones que más están sobre la mesa de los analistas. Una forma de optimizar este riesgo (que nunca eliminarlo) es entrar en la industria vía compra de fondos de inversión.

Aquí también tenemos opciones: la más común es vía fondos «tradicionales» a través de los que un gestor (Echiquier, Allianz GI, DWS o Polar tienen fondos específicos) elige las mejores empresas en cada momento, además, tiene ventajas fiscales. Otra es hacerlo vía ETFs (fondos pasivos) en los que la calidad del gestor no se nota, ya que se invierte en un índice de referencia, sin ventajas fiscales pero con mucha agilidad (se pueden poner órdenes limitadas, stops, incluso operar intradía).

Muchas opciones para el inversor que quiera buscar rentabilidades en este fenómeno con los riesgos que cada uno pueda asumir.