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Al que se pregunte por el origen del titular, le recomendaría que viera el arranque de una chirigota en el Carnaval de Cádiz de hace unos años al que a un amable «buenos días» de uno de los personajes, otro le contestaba en tono huraño y sin venir a cuento; «Buenos días… ¡TÚ!» La cara de sorpresa y frustración del receptor del exabrupto es gloriosa.

Y es que más de uno de los que trabajan en nuestro sector parece sentirse así, entre sorprendido y frustrado como el que teme recibir una respuesta de ese cariz a su amable buenos días o simplemente a insinuar que en nuestro sector hay cosas que son buenas. Y necesarias. Mejor no ir con propuestas a las administraciones públicas, que si conectan directamente con la industria del turismo, esto les puede complicar la vida. Mejor no solicitarles que lideren o impulsen los cambios necesarios en infraestructuras o normativa, que hay excesiva incertidumbre. Al final, uno se encuentra en un ámbito de actividad en el que parece que casi todos los días tiene que justificar el porqué de la misma, de su razón de ser o estar. Y no te digo ya si encima has empezado a dar beneficios... Parece que no queda otra que resignarse a no ser empresario o autónomo, y menos en el sector turístico.

Que yo sepa, otras industrias como la del automóvil, la de la construcción, hasta incluso otros sectores de servicios, no las ves instaladas siempre en la eterna justificación o en la constante solicitud de disculpas. El turismo, sin embargo, lo hace todos los días. Acomplejado. Sintiendo la necesidad de estar justificándose una y otra vez. ¿De dónde nace ese complejo? ¿Por qué no simplemente hacemos lo que sabemos y debemos hacer y dejamos que, quienes desde las actividades más ociosas e improductivas se dedican a criticarlo, se queden aullando a la Luna?

Parece que de poco o nada sirve que el turismo haya sido uno de los motores del proceso de desarrollo y de la recuperación de España en estos últimos años. Nuestro sector es responsable del casi 13% del PIB, habiendo impulsado en más del 70,8% su crecimiento durante el pasado año. El sector turístico supone ya el 17% de nuestro empleo, y su contribución a las arcas públicas a través de impuestos ha llegado a los 30.000 M de euros. Los que lo vivimos sabemos que es un sector nunca complaciente, siempre inquieto, buscando su mejora continua y que es difícil encontrar otro sector que se esté esforzando más en crear una comunidad consciente y comprometida con esta industria. Pero y todo esto, ¿a quién le importa? Dejémonos ya de pedir excusas y expresar cargos de conciencia; hinchemos el pecho y pongamos en valor nuestra actividad con la cabeza bien alta.

Esto no va de buscar culpables, sino de hacer comprender la cadena de valor que integra nuestra actividad y cómo ésta contribuye al bienestar de la economía en general y, especialmente, de los ciudadanos. No hay que plantear excusas, justificaciones o quejas, sino crear conciencia de ese valor, transparentarlo y obtener el reconocimiento de que la sostenibilidad y éxito del sector es beneficiosa para todos.

Viajar es vivir, escribió Hans Christian Andersen. Y nunca mejor que ahora viajar se ha convertido en una auténtica necesidad. La gente no solo seguirá viajando, sino que lo hará con más frecuencia y más ganas aún. Porque sabemos hacerlo y, en este país, mejor que en otros. Y ¿quién sabe?, igual algún día frente a ese «buenos días... ¡Tú!» responderemos orgullosos con un «pues buenos días tú también» y seguiremos con lo nuestro.