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Una de las sorpresas que nos pueden deparar los procesos de digitalización podría ser la elaboración de «balanzas fiscales individuales» a través del desarrollo de las «carpetas ciudadanas». Pues a medida que todos nuestros datos personales se convierten en electrónicos, esa posibilidad se va materializando. Lo cual no quiere decir, en absoluto, que los gobernantes la acepten de buen grado.
Es sabido que el padre del hacendismo, Jean-Baptiste Colbert, consideraba que un buen sistema fiscal es aquel que se parece a un habilidoso desplumador de ocas, esto es, que consigue el máximo de plumas con el mínimo de graznidos. Ese es el verdadero motivo del extenso catálogo de tributos que configuran las diferentes haciendas públicas de cada jurisdicción. Y, ciertamente, lo hacen con el éxito suficiente como para que sea casi imposible saber realmente lo que se nos obliga a pagar. De hecho, si le preguntamos a cualquier ciudadano sobre su contribución fiscal, lo más probable es que únicamente nos sepa decir el dinero que entrega en concepto de IRPF, aunque, mediante la técnica de las retenciones, serán muchos los que ni tan siquiera sepan eso.

En este sentido, estos días el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha lanzado la idea de que sean los propios trabajadores los que, directamente, realicen sus contribuciones a la seguridad social en lugar de la empresa pagadora. Sostiene que así se hacen más visibles los costes reales que se soportan. Seguramente tiene razón, pero podría haber dado un paso más, pues con la cuasi-supresión del dinero físico, tanto por los usos sociales como por la propia legislación en vigor, es posible saber lo que cada contribuyente paga en concepto de IVA, Impuestos especiales, IBI’s, ecotasas, etc. Una información que se podría incorporar, sin excesiva dificultad, a las carpetas ciudadanas ya existentes.
El resultado de esta operación, a todas luces, resultaría muy interesante. Pues si el sector público ocupa aproximadamente la mitad de la economía nacional, eso significa que a partir de unos ingresos medios se paga la mitad de los mismos entre los diferentes conceptos fiscales. ¡No hay falacia mayor que el afirmar que pagar impuestos es cosa, sobre todo, de ricos!

Por otro lado, conocer lo que cada ciudadano recibe del Estado resulta algo más complicado, aunque también es posible establecer y explicitar los criterios para realizar la correspondiente imputación individual con transparencia suficiente, tal como en ocasiones se ha hecho con determinados niveles político-administrativo territorial (Cupo, convenio, etc).

Desde luego, conocer lo que cada ciudadano entrega y recibe de las diferentes administraciones es una información lo suficientemente valiosa como para que valga la pena orientar algunos esfuerzos en esa dirección. Está claro que a los ministros y consellers, o concejales, de hacienda seguidores de Colbert no les interesa, pero a los ciudadanos conscientes del continuo incremento de poder de los gobiernos sí.