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Perder la virginidad es connatural en el género humano por ser inevitable para perpetuar nuestra especie. Los territorios también pueden perder su virginidad inicial pero no siempre para perpetuar su atractivo original sino para demolerlo.  En Menorca tenemos un ejemplo palpable con las antaño denominadas "playas vírgenes" ahora devenidas en magníficos ejemplos de una degradante masificación. El famoso Camí de Cavalls es otro.

Una vez desgarrado por las decisiones políticas que no supieron resistir la demagogia populista, ha entrado ya en fase de destrucción acelerada aunque estupendamente protegida. 

Los partidos políticos también pierden su virginidad cuando, alcanzado el poder,  deben enfrentarse a una concreta acción de gobierno que les delata y los desnuda. No es lo mismo predicar grandes promesas demagógicas que gobernar la realidad. Y ya sabemos: por sus actos les conoceréis.

La ambición confesa de todo partido es alcanzar el poder. Solo desde el ejercicio (y el disfrute) de ese poder se pueden aplicar /ensayar sus tesis ideológicas. Y desgraciada (o afortunadamente) ejercer ese poder quita y desenmascara caretas y evidencia las carencias de quienes han pregonado ser los "solucionadores" de toda problemática que se tercie.  Eso es lo que  en Menorca hemos comprobado con el PSM.

Este particular partido socialista, de carácter nacionalista y un punto folklórico,  siempre se ha auto concedido la denominación del "partido menorquín por excelencia". Y como algunos electores han estado picando, el PSM, siempre con la necesaria colaboración de quienes se lo han permitido, ha podido ejercer en Menorca un poder transcendental en los últimos años. Nada se ha podido hacer sin su consentimiento y aprobación. Así pues, su gestión nos ha permitido conocer de primera mano, y perdida ya la virginidad de la utopía,  cómo entiende el PSM el control del gasto público, cuáles son sus prioridades en el terreno de las subvenciones y qué preferencias tienen por unas normas urbanísticas que, en unos casos, han permitido construcciones masivas y, en otros, las han prohibido rotundamente. También hemos podido comprobar cuál es su visión cultural en nuestro mundo globalizado, cuáles son  sus deseos de relacionarse con los inversores que crean puestos de trabajo y evitan la miseria y cual su sentido de la modernidad. Finalmente también hemos descubierto qué respeto sienten por la historia, su postura ante la defensa de nuestro dialecto y el grado de libertad que no están dispuestos a permitir a los otros ciudadanos que piensan distinto a ellos.

Sí, el PSM ya no es un partido virgen porque ha venido tocando poder, mucho poder, y eso les ha hecho perder el estigma de la pureza.  Es un partido que ya no ilusiona porque desde ese poder "n' han fetes de molt grosses".  Efectivamente, ahora ya les definen unos antecedentes de gobierno y una gestión imposible de olvidar. Por eso causa estupor y cierta vergüenza ajena que, transcurrido escasamente un año desde que el pueblo les desalojó finalmente del poder, intenten presentarse, de nuevo y ahora, como los mirlos blancos inmaculados que la isla necesita. Pero aunque sus publicistas de cabecera sigan expandiendo sus ocurrencias de pollos sin cabeza, su falso progresismo ya no cuela. Ya se les conoce. Ya se ha visto de lo que son capaces o incapaces.

A pesar de los esfuerzos titánicos que hacen por aparentar normalidad  el PSM, un partido de cuadros escuálicos, está en decadencia desde que perdió aquel poder. Y ¿cuál es su futuro inmediato? ¿Veremos finalmente cómo tiene que recurrir a su Reserva Espiritual del Oriente menorquín? ¿Veremos finalmente cómo la chica menorquina que se considera a si misma catalana (inolvidable afirmación clara y nítida - archivos sonoros de la tertulia "Sa Finestra", Cope:"(Els menorquins) som catalans") es llamada a dirigir el partido ahora descabezado? El PSM ya demostró lo que puede y quiere hacer desde el poder. "Deu mos guard tornessin a comandar".

 Nota: Los Stones "on the road again".