La pediatra, en la consulta de un centro de salud en Bolivia atentiendo a una niña.

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No estaba entre sus planes acompañar en el final de la vida a personas, como tampoco mejorar la salud de muchos niños y niñas alrededor del mundo. Pero, como apunta, «es un camino que no he buscado». La doctora Isabel Lladó compagina su vocación profesional con la cooperación. Arroja luz en los lugares más oscuros del mundo, aquellos donde ha visto morir a gente y a menores con problemas de salud mental que no son tratados.

Su última expedición ha sido en un hospital de las franciscanas en Bolivia, a través de un proyecto de Mallorca Missionera y de Misol. «Mi denominador común en todos los viajes de cooperación es tirar lo inservible». Por eso la doctora, especializada en Nutrición Infantil, ha recaudado dinero para reconvertir centros de salud deteriorados o dar una segunda vida a material sanitario donado. Hasta reorganizar proyectos que no funcionaban.

La doctora realiza esta labor solidaria por el mundo desde 2010. Los viajes los hace en sus vacaciones. Mientras, mantiene sus consultas de Pediatría en la sanidad privada de la Isla. Por otra parte, cuando la llaman, acompaña a pacientes terminales. De hecho, relata que ha vivido la muerte de amigos, prostitutas, panaderos e incluso un sacerdote. «Es increíble conectarse desde el amor con los demás. Lo hago, simplemente, porque creo, tengo fe y me siento afortunada de hacerlo», reflexiona. Isabel es, además, madre de tres hijos, uno de ellos con Síndrome de Down, y tiene dos nietos.

Voluntariados

En 2010 realizó su primera cooperación en Chad (África). A partir de ahí fundó, junto con el doctor Jorge Muñoz, la ONG Ayuda al Chad y a día hoy son un equipo de 11 personas. En 2013 volvió y montaron un hospital pediátrico. Dos años más tarde, puso en marcha un proyecto sanitario en Caapucú, ciudad de Paraguay, que continúa. En Venezuela, país donde Isabel Lladó vivió durante años –ella es hija de un menorquín que en los años 50 emigró a Venezuela, como tantos otros baleares–, tiene un convenio para enviar medicamentos a niños ingresados en oncología en situación terminal. «Me he dado cuenta de que el personal sanitario en los países en los que he estado necesita formación, y ellos confían en los médicos europeos. Por eso creo que, con más formación, estos profesionales serían capaces de todo».

Constató esta reflexión tras su último viaje de cooperación a Bolivia, donde llegó de la mano de Mallorca Missionera para que pudiera mejorar no solo la parte formativa de los expertos, sino los centros de salud. Allí pasó tres semanas y visitó los proyectos de las franciscanas, uno de ellos un centro de discapacidad que le sorprendió por el estado tan avanzando.

Cooperación en el mundo
La doctora, junto con dos voluntarios bolivianos que la ayudaron a reformar y a limpiar un centro de salud.
Cooperación en el mundo
La pediatra en el centro de salud de las franciscanas, en Bolivia.

Pero, sin duda, lo que más le impactó fue conocer el pueblo Coroico donde vio «casos de discapacidad increíbles, sobre todo en niños». Ahí se dio cuenta de que algo tenía que hacer: «El sistema falla y la formación sanitaria no llega. Me pregunté a qué se debían tantos casos y averigüé que podría ser químico –por el mercurio– y una derivación de la endogamia».

Durante su estancia, Isabel formó, gestionó proyectos y contabilizó todo aquello que faltaba en los centros que visitó. Además, valoró con qué podía ayudar todavía más. Y así surgió su próximo reto: crear un nuevo hospital pediátrico para niños con capacidades especiales y cursos online de inteligencia emocional.