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Durante estos días, en la Fira Náutica de Palma una embarcación ha llamado poderosamente la atención. No solo por su diseño, que en sí es luminoso y sorprendente, obra del arquitecto naval y diseñador de yates, el mallorquín CarlosVidal, sino por la historia que hay detrás.

Se trata de un yate que comenzó a construirse en Ucrania y quedó hecho pedazos por los rusos en un momento de conflicto máximo entre los dos países. Al mallorquín Carlos Vidal le paralizó como al resto de equipo de socios, entre ellos el CEO de la marca Sterk, el holandés Milan Sterk. En cuestión de meses, tuvieron que llevar la producción a Alemania y a contrarreloj reproducir el mismo arquetipo de yate para presentar la primera unidad en el Salón Náutico de Dusseldorf, que se celebró el pasado mes de enero.

«Ha sido un año y medio difícil, desde que empezamos con la construcción del barco en mayo de 2021 hasta ahora, pero nada en comparación con lo que han pasado los ucranianos en su país. A todos, de una manera u otra, nos ha afectado esta guerra», reflexiona Carlos, que a pesar de toda la tempestad, hoy se muestra aliviado y feliz de ver en Palma este yate.

Nos ubicamos entre mayo y junio de 2021, en la ciudad costera de Nicolaiev, Ucrania. Carlos Vidal afrontaba con responsabilidad y el reto de diseñar el yate de la marca Sterk. Una empresa de astilleros ucraniana se encargaba de la producción de los moldes y fibra. Esta zona del país tiene bastante reputación en cuanto a la construcción naval.

Todo parecía ir bien, hasta que se retoman las tensiones con Rusia en febrero de 2022. «Los socios ucranianos nos decían que no nos preocupásemos, que desde Crimea siempre había esta tensión. Recuerdo que el resto de socios en Europa estábamos expectantes. Cuando estalló la guerra, tanto el señor Sterk como el otro socio Shasha Vlad y yo nos quedamos en shock al menos tres semanas», rememora Vidal. Pasó el primer día de guerra y luego parecía que en esa zona costera la situación no estaba tan tensionada.

A todo esto, según recuerda, los socios europeos exigieron que paralizaran la producción del yate, que lo más importante era velar por su vida, aunque el equipo de trabajadores ucranianos hizo caso omiso. Querían acabar este proyecto: «Esta es nuestra vida, aquí está nuestra casa. No nos echarán», le dijeron los ucranianos a Carlos y los otros socios. En agosto de 2022, a punto de finalizar el barco, las bombas rusas destrozaron el astillero y con ello el yate. «No son buenos días hoy», les escribieron desde Ucrania. «Desde fuera lo veíamos todo con frustración, nervios, incredulidad... Tuve que ir al psicólogo por el estrés», explica Carlos. Pero nadie se rindió. Construyeron otro yate en Alemania con material de Polonia. «Es difícil calcular las pérdidas, pero con los daños colaterales, más de un millón de euros». De todo esto, Carlos saca un gran aprendizaje: «Relativizar las cosas».