La psicóloga y terapeuta Lorena Arona y el psicólogo y vocal de COPIB, Toni Riera. | M. À. Cañellas

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La palabra narcisista cada vez está ocupando más gran parte de nuestro lenguaje a la hora de hablar de las relaciones afectivas. Hay varias perspectivas a analizar porque el narcisismo puede ser un elemento de nuestra personalidad o un trastorno en sí, es decir, un problema de salud mental.

Las personas narcisistas rezuman una superioridad innegable, un ego desmedido y se muestran incapaces de generar empatía hacia el resto. El psicólogo sanitario Toni Riera destaca la diferencia entre el trastorno y el rasgo narcisista y aclara que «la personalidad nace de nuestra propia herencia genética, de nuestra experiencias de vida y de la infancia que hemos tenido».

En este sentido, añade que el trastorno se determinará sobre todo en las relaciones interpersonales, si se observa un patrón determinante en diferentes contextos, de forma estable y prolongado en el tiempo. A diferencia de la personalidad, que va mutando, el trastorno se mantiene y «genera muchos problemas en la interacción como también complica tener una vida satisfactoria».

Pero, ¿cuáles son los rasgos que podemos encontrar en una relación afectiva con una persona narcisista? Riera menciona el manual MSD sobre los trastornos. Deben cumplir, al menos, cinco de los nueve criterios que aparecen en la guía: sentido de grandeza, creencia de que son especiales, poder e inteligencia, necesidad de sentirse admirado o admirada, explotación de los demás para lograr sus objetivos, falta de empatía, soberbia, envidia y creencia de que otros los envidian o el sentido del derecho.

Estos criterios determinan al narcisista, pero psicólogas y terapeutas como Lorena Arona, experta además en Personas Altamente Sensibles (PAS), nos advierte que «todas las personas tenemos algún rasgo narcisista per se», es decir que se nos activa algún punto, pero lo importante es observar que no condicionen nuestra forma de relacionarnos con las personas.

Las víctimas
Una de las cosas que ha percibido esta psicóloga en sus sesiones es que las personas PAS son un perfil muy mayoritario entre las víctimas de narcisistas. Esto lo justifica con que «solemos tener un nivel de complacencia muy alto, el ‘yo me hago necesaria para ti’. De alguna forma, eso engancha con la personalidad narcisista, quien se aprovecha de esa disposición. Con las víctimas, se genera una codependencia y una vinculación tóxica. Esto es algo que, precisamente, veo mucho».

Según esta psicóloga, el juego aparece en la forma de relacionarse de estas personas. Acuden a su víctima con una presencia encantadora, demuestran inteligencia y saben cuáles son los puntos débiles de su presa. En definitiva, «se ganan la confianza con la persona y la manipulan. Giran la tortilla a las cosas, menguan la personalidad de la pareja», destaca Arona.

Ante todo, los narcisos van y vuelven según lo que estén buscando. Esta alerta también lo destaca la terapeuta. «Las personas con este trastorno narcisista no solo tienen una sola víctima, sino que actúan igual con el resto de vínculos (familia, amigos) por interés, si es que alguna persona le interesa».

Sus vínculos «son superficiales, ya que así es sencillo desapegarse cuando lo deseen».
Ambos expertos sentencian que estos perfiles crecen debido a las nuevas sociedades y las forma de relacionarnos, en la que impera la no-implicación emocional sumado al auge de las relaciones líquidas.