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El próximo viernes se cumplirán diez años de una histórica manifestación: la que movilizó en las Islas a unas 100.000 personas en contra de la política lingüística del Govern que presidía, en 2013, José Ramòn Bauzá. El pretexto había sido la oposición al llamado TIL, un decreto que pretendía llevar el trilingüismo a las aulas pero que no era otra cosa que un intento de arrinconar al catalán.

Es posible que este martes, durante el debate previo a la convalidación del decreto que suprime el catalán como requisito para ocupar una plaza en la sanidad pública, algún diputado o alguna diputada se refiera a la efemérides. Vox no existía entonces –no existía como ente autónomo ajeno al PP– pero aquel Govern llevaba en sus genes los planteamientos del partido ultra que hoy es la tercera fuerza del Parlament y que ha permitido que Marga Prohens sea presidenta. ¡Cómo sería aquel Govern de Bauzá que hasta éste destituyó al conseller d’Educació, Rafel Bosch (hoy conseller insular de Mallorca) por ser demasiado «catalanista»! ¿Quién puso más empeño en aquella destitución y quien la celebró con entusiasmo? Sí, el Círculo Balear que presidía un tal Jorge Campos y que también se había ido de aquel Govern, concretamente a un organismo que hoy Vox tildaría de ‘chiringuito’.

Diez años después –pasados también ocho gobernado la izquierda–, PP y Vox se han repartido los papeles. Balears es la única comunidad autónoma en la que el partido de la ultraderecha, pudiendo hacerlo, no consiguió entrar en el Govern. Pero sí extender al Ejecutivo de Prohens todo su imaginario y su análisis de la realidad. Vox reclamó una especie de comisariado lingüistico (eso es la oficina de Garantías Linguísticas) y lo tendrá.

El PP se la dará aunque tenga que cambiar parte del texto de la proposición de ley, darle la vuelta o algo equivalente a su retirada. PP y Vox firmaron un acuerdo de 110 puntos y se repatieron los papeles. El papel que les espera a Vox en esta legislatura recién iniciada es sacarle la lengua al PP. En dos de las posibles acepciones de esta expresión. Por un lado, promoverá todas esas iniciativas relacionadas con este asunto. Si se aprueban, el PP dirá que estaban pactadas. Si no se aprueban, el PP dirá que era el programa de Vox. Que Vox saque la lengua al PP también significa que, de una manera un tanto infantil (de patio de colegio) mostrará su rechazo y disconformidad ‘sin llegar a las manos’.

Esta polémica lingüística no es una crisis ni una rebelión. Todo se reconducirá por los cauces habituales. Cada uno de los 110 puntos del programa es suceptibles de escenificar desacuerdos. Tanto Idoia Ribas (Vox) como Marga Durán (PP) lo dejaron claro ayer. No es una crisis. Esto es una ‘no crisis’ y un anticipo de lo que será la legislatura.