Juli Fuster, durante la entrevista con este periódico. | Teresa Ayuga

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Mientras que el actual director del IB-Salut, Javier Ureña, todavía no ha concedido ninguna entrevista a los medios, quien le precedió en el cargo (con el permiso de Manuel Palomino en los últimos meses de legislatura), se atreve a echar una mirada atrás para valorar sus años de gestión y cotejar ahora, desde su regreso a una consulta médica en Atención Primaria, si sus iniciativas encajaban con las necesidades del servicio.

¿Cómo se ha encontrado Primaria?
—Muy bien, aunque matizado. Los profesionales son excelentes y el trabajo que se hace es extraordinario pero hay problemas de fondo. Sobre todo faltan médicos y no se cubren muchas sustituciones, por lo que se sobrecargan de trabajo. Es un problema que se salva entre todos, gracias también a los acuerdos firmados hace un año con el Foro de Atención Primaria. La gente hace mucha actividad extraordinaria.

Los médicos de familia se quejan de falta de tiempo para ver a pacientes.
—Es muy relativo. En el centro de salud de Son Pisà tenemos agendas de 10 minutos, está muy bien organizado. Sin embargo los cupos son muy altos, yo tengo 1.750 tarjetas sanitarias asignadas. Hay trabajo.

Otros lamentan la agresividad de muchos pacientes.
—Hay cierto nerviosismo generalizado y los médicos no somos ajenos a esto pero este centro es muy tranquilo.

¿Pensó alguna vez que volvería a ejercer?
—Podría estar jubilado ahora mismo pero me hacía ilusión hacerlo siendo médico. En la vida he tenido suerte al poder ejercer los dos trabajos que me han apasionado, ser médico de familia y gestor sanitario. Me jubilaré a los 70, dentro de poco más de dos años.

¿Salut tenía bien detectados los principales problemas?
—Yo creo que sí, otra cosa es que tuvieran una solución fácil. El déficit de médicos viene de una serie de malas decisiones, estaba cantado que pasaría y formarlos cuesta 11 años. Llegará a ir bien pero ahora hay un problema.

Visto con perspectiva ¿estuvo justificada su dimisión?
—Sí y no me arrepiento, es como lo de la mujer del César. Hubo un momento que parecía que yo podía haber favorecido a mi hija en una oposición, algo que no es verdad como el tribunal manifestó, pero sólo la sombra de duda dejaba claro que me tuviera que ir.

La situación es similar a la vivida días atrás con el vicepresidente, Antoni Costa ¿debe dimitir?
—Sí, es la misma situación. Se equivocó. Yo firmé una cosa que no tenía que firmar y él contrató a alguien que no debía, en su caso, además, a sabiendas.

También fue regidor en Santanyí, ¿la retirada de la gestión sanitaria lo es también de la política?
—Sí, ya lo estoy. Puedo colaborar con mi mujer, que es diputada, pero no en la política activa.

La nueva conselleria actualizará la carrera profesional, aunque no está presupuestado todavía, ¿por qué se congeló?
—Es complejo. Nosotros la desbloqueamos en 2015 hasta que la justicia reconoció que debía pagarse también a los interinos, algo que no estaba contemplado y que supuso la friolera de 40 millones de euros y se comió todo el presupuesto. Luego llegó la COVID y después priorizamos los procesos de estabilización. La carrera quedó pendiente pero era nuestra voluntad y además cuando Hisenda ve los números...

¿Cree que el requisito del catalán frenaba la llegada de médicos?
—En absoluto. De hecho la consellera, Manuela García, reconoció que no podía decir ni quién se había ido ni quién había venido por este motivo porque tenía mecanismos para eximir y dar tiempo. En Son Pizà el 70 % de la plantilla médica no es catalanoparlante y no se han ido. Es un tema ideológico de la ultraderecha.

El complemento de muy difícil cobertura sí parece que ha arreglado un problema difícil.
—Parece. Porque de los oncólogos que han aparecido en Eivissa una ha vuelto tras una baja; a otro lo enviamos a homologar el título y estuvo un año en Madrid... Aunque evidentemente si pagas más haces la plaza más atractiva. Me pregunto si lo aplicarán a los pediatras de Inca, a los anestesista de Manacor o a los médicos de familia.

¿Conoce a Javier Ureña?
—Sí, con nosotros era el jefe de servicios jurídicos del Hospital de Inca. Es una persona del equipo. Les deseo toda la suerte. Si les va bien a ellos, nos va bien a todos.

Ha mantenido a mucha gente.
—Me ha llamado gente pidiendo permiso para quedarse, ¡claro que sí! Si respetan el proyecto... Tengo la sensación de que están viviendo de rentas, se lo han encontrado todo muy resuelto.

Han dicho que paralizarían la puesta en marcha de centros de salud.
—Esto me preocupa mucho. Han tardado mucho en nombrar equipo directivo. Se lo toman con mucha tranquilidad. Que digan que hay que volver a estudiar la necesidad de hacer otros centros de salud, algunos están que se caen y estaban todos empezados.

Les han criticado la ineficacia en las derivaciones a las clínicas privadas para una primera consulta.
—Cuando un servicio hospitalario tiene lista de espera no aspira a que otro se lo resuelva, creen en ellos. Además muchos pacientes o querían derivarse. Y creo que es lo que sucedió. En sanidad las decisiones las toman otros, más allá de los gestores.

¿Cuesta criticar a un Govern que acaba de entrar?
—Es pronto, hay que darles un margen de tiempo a ver qué hacen.