La casa está plenamente integrada en el encinar y cuenta con paneles fotovoltaicos.

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Jaume Luis Salas, especialista en arquitectura sostenible, ha diseñado una casa de madera biopasiva en un bosque de encinas de Mallorca que genera más energía de la que consume. Aunque en términos generales la posibilidad de construir una vivienda en un bosque en Mallorca es mínima (por cuestiones de protección ambiental), el proyecto Alzina se ubica en unas pocas parcelas boscosas clasificadas como suelo urbano, concretamente en la urbanización de Son Toni en sa Pobla.

Pionero de las casas pasivas en Mallorca (de hecho reside y trabaja en una passive-house), el arquitecto inquer explica que «el primer objetivo del proyecto Alzina es mantener el máximo número de encinas, que son la esencia del lugar, tanto por su valor ambiental como por el valor espacial que dan al interior, bañado por un juego de luces y sombras».

La vivienda enmarca el paisaje favoreciendo las vistas desde el interior.

Jaume Luis Salas presentará el 23 de enero en una conferencia en el Colegio de Arquitectos de Baleares los detalles de Alzina para tres días después mostrar a pie de obra en una segunda jornada el resultado de una construcción que estará completamente terminada en un mes, si no surgen imprevistos.

«Es un proyecto implantado con cuidado, que aprovecha las condiciones climáticas y utiliza materiales con bajas emisiones de CO2, y que durante su vida útil producirá más energía de la que consumirá», dice el experto. La construcción es una vivienda familiar que se distribuye en planta baja con una geometría fragmentada y adaptada a la pendiente con el objetivo de esquivar el máximo número de árboles y mantener así la esencia del encinar.

Cuando los propietarios (una pareja de mallorquines) le pidieron a Jaume Luis Salas que les diseñara una casa familiar el arquitecto contestó que solo lo haría si le permitían mantener las encinas. Hacerlo no ha sido fácil, pero el resultado muestra que si se quiere se puede. A su alrededor el resto de edificaciones se hicieron sacrificando el arbolado de las parcelas.

«Generalmente todoslos propietarios de estas tres urbanizaciones de sa Pobla lo primero que hacen es cortar las encinas y yo condicioné el proyecto a mantenerlas. Medimos la encinas e hicimos un mapeo por satélite para buscar un hueco para colocar la vivienda. La casa se amolda para no tener que cortar los árboles. Solo hemos quitado tres o cuatro encinas pequeñas. Tenemos encinas de 60 centímetros de diámetro y sería una locura cortarlas, quitaríamos el encanto del lugar», señala.

El diseño encaja los volúmenes de la vivienda en el bosque para no talar encinas.

Jaume Luís Salas reflexiona: «Muchas veces tenemos la casa y luego hacemos el jardín, aquí el jardín estaba hecho y se trataba de alterar lo mínimo el lugar y colocar la vivienda». Toda la estructura y la carpintería es prefabricada y de madera. Se ha controlado la estanqueidad utilizando membranas estancas y transpirables y se utiliza un recuperador de calor de alta eficiencia y un pozo canadiense para aumentar la eficiencia energética», dice Jaume Luis Salas. Es un sistema que él ha probado durante años en su propia vivienda y en su despacho situados en Inca.

«De por sí la vivienda consume poco porque está muy aislada y tiene 4 kilovatios de fotovoltaica, lo que cubre sobradamente el consumo de la vivienda. Una casa gasta unos 5 megavatios al año y esta va a producir 7 u 8 seguro. Al final de año producirá entre un 20 y un 30 % más de lo que consume y no hay trampa, todo es consumo eléctrico no se sustituye por gas», explica.

El experto sabe de lo que habla porque desde hace seis años vive en una casa pasiva. «La energía que generamos nos basta para la iluminación, los electrodomésticos, la climatización y para cargar mi coche eléctrico. Hago 15.000 kilómetros con él al año. Hay un recuperador de calor, una máquina que ventila la casa con un 90 % de eficiencia energética. De noche renueva tres veces el aire de una habitación, eso hace que no tenga intercambio con la temperatura exterior», dice.

Además del recuperador de calor Jaume Luis Salas realiza un pozo canadiense. Es un sistema de tubos que entran en tierra (cuando se construyen los cimientos) para aprovechar la geotermia en superficie. «Son tubos que valen 300 euros y con la excavación hecha son muy fáciles de instalar y ganas entre cinco y seis grados de eficiencia», concluye.

El Colegio Oficial de Arquitectos de las Islas Baleares ha incluido el proyecto Alzina en su ciclo de actividades de este mes de enero al considerarlo un ejemplo de integración, alta eficiencia energética y bajo consumo de CO2. La casa tiene un presupuesto de ejecución de 1.800 euros el metro cuadrado por lo que su coste total ronda los 500.000 euros.