Margalida Serra Tugores, psicóloga sanitaria jurídica analiza los cambios de tendencia de consumo.

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La tendencia a invertir más en experiencias que en objetos materiales refleja un cambio signiticativo en los hábitos de consumo que se ha observado en las últimas décadas y parece haberse acelerado en el contexto de la pandemia de la COVID-19. Este cambio puede analizarse desde varias perspectivas psicológicas, incluyendo el impacto del confinamiento y teorías económicas como la paradoja de Easterlin.

«Desde la Psicología, una explicación a este fenómeno es que las experiencias suelen estar más vinculadas a nuestra identidad y a nuestros recuerdos que los objetos materiales. La compra de experiencias, como viajes, conciertos o cenas con amigos, proporciona recuerdos duraderos que forman parte de nuestra historia personal. Además, las experiencias suelen ser compartidas con otras personas, lo que refuerza nuestras relaciones sociales, un pilar clave de la felicidad y el bienestar emocional», explica Margalida Serra Tugores, psicóloga sanitaria jurídica y directora PsicoMallorca.

En opinión de la experta «el confinamiento por la COVID-19 sin duda ha influido en esta tendencia». Durante los periodos de confinamiento muchas personas experimentaron una sensación de privación de experiencias y contacto social, lo que pudo haber intensificado la valoración de las experiencias sobre los bienes materiales. La pandemia ha servido como un recordatorio de la importancia de las conexiones humanas y las experiencias vitales, llevando a muchos a revaluar sus prioridades de consumo una vez las restricciones comenzaron a levantarse», añade Margalida Serra.

La paradoja de Easterlin, sugiere que el aumento de la renta no se corelaciona directamente con un aumento de la felicidad a partir de cierto punto. «Esta teoría puede ayudar a explicar por qué, en las sociedades con niveles de ingresos relativamente altos, las personas pueden buscar la felicidad a través de experiencias en lugar de acumular más bienes materiales», explica la psicóloga sanitaria jurídica. Recuerda que «las experiencias pueden ofrecer una satisfacción más duradera y profunda que los objetos, alineándose con la idea de que, más allá de cierto nivel de necesidades básicas cubiertas, lo que realmente contribuye a nuestro bienestar no es tanto lo que tenemos sino lo que vivimos».

¿Nos hace más felices gastar en experiencias que en cosas materiales? La respuesta de la experta es clara: «Sí. Invertir en experiencias generalmente nos hace más felices que gastar en cosas materiales». Para entender por qué hay que tener en cuenta que intervienen cuatro conceptos: la anticipación, la conexión social, la unicidad y las historias para compartir. «La anticipación de una experiencia (como un viaje) puede generar felicidad incluso antes de que ocurra, las experiencias a menudo involucran interacciones sociales que son cruciales para nuestra felicidad y bienestar y las experiencias nos dejan historias para contar, lo que no solo enriquece nuestra vida, sino también nuestras interacciones sociales», dice Margalida Serra.

«Este cambio de tendencia en los hábitos de consumo refleja una comprensión más profunda de lo que contribuye a la felicidad y el bienestar a largo plazo. Aunque los bienes materiales pueden proporcionar satisfacción inmediata, las experiencias tienen el poder de enriquecer nuestras vidas de manera más significativa y duradera, fomentando las conexiones con otros y con nosotros mismos, pero ¿Es verdaderamente una comprensión más profunda o una intención de aparentar relacionada con la influencia que tienen las redes sociales, reflexiona la psicóloga sanitaria jurídica. En su opinión «la influencia de las redes sociales agrega otra dimensión a este fenómeno».

«La posibilidad de compartir experiencias en línea y recibir validación social actúa como un potente motivador, promoviendo la preferencia por experiencias que pueden ser socialmente compartidas y validadas. Sin embargo, esta tendencia también plantea desafíos, como la presión por mostrar una vida llena de experiencias ‘perfectas’ y la comparación social, lo que puede tener implicaciones negativas en el bienestar emocional», concluye.