Valientes. Algunos de los corredores, a su llegada a faro de Favàritx, el punto que se ve arriba - D.G.-P.

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La pregunta que suele rondar la cabeza un viernes noche de agosto suele ser, "¿me tomo un mojito, me tomo dos o pido lo de siempre?". Un grupo de 25 atletas optó por redescubrir un trazado increíble de Menorca aprovechando la luna llena que brillaba y, pasadas las 22 horas, cubrió los 21 kilómetros de camí de Cavalls que hay desde Addaia hasta el faro de Favàritx con su consiguiente regreso. Un plan alternativo alejado del bullicio que acompaña la noche menorquina durante estos días.

El conseller de Esports, Juanjo Pons, no quiso perderse la cita y acudió a 'estirar las piernas' en un trazado bastante irregular, con mucha pendiente y que requería inevitablemente de frontal y bastante peripecia para ir esquivando baches, escalones y alguna piedra traicionera. La modalidad de carrera 'trail' viene acompañada de las ganas de aventura de las personas que la disputan. Largas distancias en un terreno salvaje con la posibilidad muy real de hacerse daño. Hubo alguna caída aunque lo más común fueron torceduras pero nada serio y que no impidieron que reinara el buen humor y la camaradería al final del entreno al rededor de sandía, cerveza y agua, todo muy fresco.

De los 25 que acudieron a la llamada de Víctor Truyol, uno de los organizadores del Trail Camí de Cavalls, la inmensa mayoría había disputado alguna de las categorías que se ofreció el mes de mayo. 23 de los corredores eran hombres mientras que dos eran féminas.

La salida fue más animada que la llegada. El primer tramo permitió a los 'runners' correr muy cerca del agua en el fondo de Addaia. La tranquilidad reinante en la zona se rompía con las inconfundibles pisadas de los corredores que levantaban una polvareda considerable y con el canto de algunos pájaros que por ahí anidan.

Con un ambiente caluroso, los primeros metros se tornaron kilómetros hasta llegar a la entrada de Mongofra. Por el camino, el aire era caliente y a ratos frío, pero lo más sorprendente ocurría al apagar el frontal y correr sin más luz que la de la luna llena por la carretera que lleva hasta el faro, el único trozo de este tramo que está asfaltado.

El grupo no se cruzó con ningún coche en marcha, tuvo una ruta tranquila y una vez en el cabo de Favàritx, el paisaje era espectacular. La luz reinante había atraído a gente ajena al grupo que había dejado su coche por ahí en busca de la mejor posición para disfrutar del paisaje. Todo ello con el permiso de San Lorenzo, que regaló a los que estuvieron atentos alguna de sus lágrimas, en forma de estrella fugaz, que en esta época son tan comunes.

El grupo se rompió en el regreso por los distintos ritmos que llevaban los corredores aunque en el punto de llegada, el comentario era unánime. "¿Cuando es la próxima?".

Quizás no sea mala idea la posibilidad de disputar una carrera nocturna que ofrezca más aventura que competición. Mientras tanto, los mojitos del viernes por la noche pueden esperar.