desplome. El equipo ha ido de más a menos hasta dar claros síntomas de desfallecimiento - Archivo

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La enésima derrota del Menorca Bàsquet en la pista del CB Granada ha sido el último episodio de una larga serie de acontecimientos que han desembocado en que el equipo toque fondo, ocupando en la actualidad la última plaza y lo que es peor -aunque las matemáticas aún digan lo contrario-, esté virtualmente descendido.

Tras una corta travesía por el purgatorio -una temporada en LEB Oro-, el equipo recuperó su sitio entre los mejores y afrontó su segunda aventura en la ACB con un equipo que además de la ilusión, llevaba consigo la etiqueta de sufrimiento, lo que dejaba entrever que el camino hacia el objetivo de la salvación no sería nada fácil. Aunque el excelente comienzo multiplicó las expectativas del colectivo de Paco Olmos e hizo pensar en lo contrario. Dos victorias en casa, ante el Blancos de Rueda Valladolid y el CB Granada, y una fuera, ante el Meridiano Alicante, catapultaron a los de Paco Olmos a una cómoda zona media de la tabla tras la sexta jornada, disipando las dudas que rodearon a la confección de la plantilla desde el principio. Tras un tramo complicado que dejó tres derrotas seguidas (Gran Canaria, Unicaja y Caja Laboral), el equipo se impuso al CAI Zaragoza en Maó, una victoria que devolvía las aguas a su cauce pero que al mismo tiempo era el preludio de una racha muy negativa. Entonces se hicieron evidentes las carencias del grupo, los problemas en el tiro exterior, la necesidad de un base y la confirmación de que Micki Servera no era el elegido para ese cometido a los ojos del técnico valenciano. Todo ello, unido a un calendario que era favorable al tener el básquet average ganado a los rivales directos pero que se quedó en papel mojado al ganar solamente un único partido de los catorce siguientes.

A pesar de ello, el equipo seguía vivo en la lucha por la permanencia y sin lugar a dudas el punto de inflexión hacia la actual situación lo marcó la derrota en casa ante el Meridiano Alicante en la prórroga, un partido señalado en rojo en el calendario de cara a la salvación. Ese encuentro supuso además el debut de Melvin Sanders, que tampoco se ha convertido en el revulsivo que necesitaba el cuadro insular. Perder de veinte y recoger el testigo del Granada como el peor equipo de la competición, ha terminado por dinamitar las opciones de permanencia y lo que es peor, deja al equipo con un pie y medio en la división de plata a falta de diez partidos y dos meses de competición. Este periodo puede hacerse muy largo a menos que el equipo y la afición se lo tomen como un premio, disfruten del espectáculo que supone militar en la ACB y traten de competir, además de tener en juego la posibilidad de derrotar a algún 'grande' de los que todavía deben pasar por la Isla, lo que siempre supone un aliciente.

Lo que quedó claro ante los andaluces es que el equipo está roto moral y psicológicamente, un factor negativo pero que puede invertir si es capaz de liberarse de la presión y tensión que le atenaza, lo que debe traducirse en la consecución de resultados más favorables.